La obra de Mariano Pensotti, con una puesta simple pero novedosa, invita a recorrer las historias de cuatro personajes a lo largo de 10 años y a reflexionar sobre el paso del tiempo.
Por Gabriela Koolen
Un escenario que gira y no se detiene nunca. Actores que transitan y se mueven de un espacio a otro dentro de esa rueda. Una voz que cuenta las historias de cuatro personajes, ordena los hechos, o al menos eso pretende. Palabras que narran, como un intento de tejer, de algún modo, un hilo que enlace los diferentes retazos que componen una vida, una historia ¿Una sola? ¿Es posible? ¿Cuántas vidas pueden caber en el espacio de una? ¿Cuántos relatos?
Testigos privilegiados de estos personajes, los espectadores asisten en El pasado es un animal grotesco a fragmentos de sus vivencias en un tiempo concreto –desde 1999 hasta el 2009- y en edades determinadas –desde los 25 hasta los 35. Se intenta armar, como en un rompecabezas casi imposible, texto y contexto de personajes que se mueven en un tiempo y un espacio que no dan respiro.
Experiencia de lo vertiginoso, de lo efímero, de lo vital. Historias que con su desmesura, con ese resto que escapa a las palabras, parecen llamar a mirar de cerca el carácter inaprensible de “la realidad”. Nuestra realidad, nuestras ficciones personales, las colectivas, las historias que nos sostienen, y aquellas que sostenemos, a las que nos aferramos ¿Cuál es la diferencia entre ficción y realidad?
En una época en la que parece no haber tiempo para detenerse, la obra de Mariano Pensotti, interpretada –vivida y re-vivida intensamente en cada función, quizás debería decirse- por Pilar Gamboa, Santiago Gobernori, Javier Lorenzo y María Inés Sancerni, nos pone frente a ese animal grotesco, fruto de un tiempo que no para, y que deja jugando con imágenes y sensaciones de lo vivido, como un caleidoscopio que cambia de forma una y otra vez.
Nada más efímero y escurridizo que la experiencia de vivir. Por eso, tal vez El pasado es un animal grotesco nos convoca: porque circula, se mueve, fluye, no se queda quieta. Nos cautiva, capta nuestros sentidos y nuestra atención porque está tan viva como nosotros, los espectadores. La obra parece desafiarnos constantemente, invitarnos a transitarla junto con esos personajes para los que la vida no se detiene ni les da un momento para ordenarse.
Habrá quizás quien intente apresarla, quien se inquiete ante la rueda que gira sin parar, habrá quien se entregue al fluir de un tiempo que, para bien y para mal, avanza. Porque la pieza parecería atraernos con la misma intensidad con la que nos convoca lo vital: como un animal salvaje que no se deja atrapar, que nos mira provocador, y justo cuando nos parece que lo desciframos, que está exactamente en el lugar que creemos correcto, logra evadirse una vez más.
Más preguntas que respuestas, más búsquedas que encuentros, y más devenir que permanecer, la obra de Pensotti, con su respiración fluida e inquieta, es una invitación a ver la vitalidad que se esconde detrás de los ojos de ese animal grotesco, salvaje, que más de una vez nos vemos, inútilmente, tentados a apresar.
El pasado es un animal grotesco
Jueves a Sábados 21hs, Domingos 20hs
Centro Cultural San Martin – Sala AB
Sarmiento 1551
Entradas $ 50, Jueves día popular $ 25
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