Claudio Roncoli es uno de los artistas más representativos del arte contemporáneo actual. Con una estética esplendorosa, su obra refleja la melancólica angustia de la sociedad

Por María Luján Torralba
@lujitorralba


Autorretrato 200 x 200 cm.

El consumismo salvaje y la felicidad efímera son resplandores que fulguran de la obra de Claudio Roncoli. Con una compleja técnica mixta sobre tela, el artista plasma en sus piezas los íconos más representativos de la sociedad contemporánea. Tal vez sea por este motivo, que si bien lo han relacionado con el pop art, la obra de Roncoli tiene puntos de contacto con el Arte Bizantino donde pone en evidencia los símbolos sagrados de los tiempos actuales, pero, en lugar de ser venerados, son utilizados como irónicos disparadores que hacen reflexionar y cuestionarse los valores establecidos.

Claudio Roncoli es uno de los artistas más distinguidos del arte contemporáneo local. Desde sus comienzos, cuando exponía en bares y centros culturales, hasta la actualidad, ha dejado su marca en la retina de quien haya contemplado sus cuadros. Aunque el progreso de su carrera fue paulatino, fue en el 2004 junto a la Galería Praxis cuando tuvo la oportunidad de entrar por la puerta grande al complejo mundo del arte. Luego vinieron las exposiciones en el exterior como la Bienal del Bronx en Nueva York, las muestras en las ciudades más importantes de México, Perú, España e Italia, así como otros lugares inimaginados en su época de estudiante en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón.

A lo largo de su carrera ha realizado trabajos en conjunto con artistas como Marta Minujín y la fotógrafa Lucila Bodelón, así como también formó parte de proyectos para las marcas Hermes y Levis. Roncoli reconoce que sus logros se deben a que siempre ha elegido trabajos a conciencia. “Siempre digo que lo peor no es que te vaya mal, sino que pases desapercibido. Uno debe tomar decisiones correctas cuando la obra está madura.”


Daft Punk 140 x 250 cm.

El artista que ensambla en sus collages elementos retro como figuritas abrillantadas con comics de los años 50, es un fanático de su oficio. Desde hace 7 años que trabaja en su taller de Recoleta con rigurosidad. De lunes a viernes produce la mayor parte de su obra allí, y algunas veces se queda en su casa de San Fernando para trabajar desde la computadora. “Siempre tuve la disciplina de trabajar mucho. Siempre algo tengo que hacer. A veces estoy con mi ayudante, otras veces coordino proyectos. Hago las cosas para mí porque me gustan, me divierten, y porque me surgen muchas ideas. Me auto exijo trabajar bastante aunque no tenga ninguna muestra porque es lo que me gusta, lo que me apasiona”, admite.

La crítica al derroche y los falsos valores siempre fueron un rasgo característico de las imágenes del artista. Con respecto a la influencia de los cambios sociales en su obra, explica: “Siempre fui muy crítico de la sociedad de consumo. Creo que está bien tener un par de zapatillas pero no diez. La gente deja de comer o se mete en diez mil millones de cuotas para lograr una felicidad que dura sólo el instante cuando estrena las zapatillas.” Es por eso, que ante la pregunta sobre ‘qué es la felicidad para él’, responde: “Yo creo que la felicidad son instantes, y creo que también es una especie de utopía. Porque uno quiere estar tranquilo, quiere estar feliz. Es como una zanahoria que tiene adelante y son partes de objetivos. Si yo quiero que mi proyecto se genere de una buena forma y de una buena idea, el resultado final es una cierta felicidad. Son instantes y son metas. No comparto el sueño de la gente promedio que trabaja once meses en una oficina que no soporta, con un jefe o compañeros que no se banca, sólo para ser feliz los quince días que se va de vacaciones a Brasil.”

Por momentos, pareciera que Claudio Roncoli continúa siendo el niño que se divierte en la juguetería de su padre y recrea un mundo fantástico poblado de objetos lúdicos y símbolos de la infancia. En un juego avasallante de color, la obra de Roncoli es la belleza del choque entre el pasado y el futuro.


It´s a wonderful life 150 x 150 cm.

Revista Dínamo: ¿Cómo surgen las ideas en el momento de comenzar una obra?
Claudio Roncoli: Me surgen cosas que luego van mutando en un proyecto. Toda la serie nueva de Black Life, se fue dando porque son cosas que vienen con la edad. Ahora a los 40 me siento diferente que a los 30. Veo otras cosas a las que no puedo serle ciego. Toda esta actualidad, esta contemporaneidad que está pasando acá y en el mundo, generaron esto de Black Life, que para mi es un poco la pérdida de identidad de las personas, la pérdida de fe que tiene la gente en muchas instituciones tanto culturales como políticas y religiosas. Son ideas que me fueron surgiendo a medida que fui creciendo.

RD: ¿Qué diferencias vez en la evolución de tu obra, más que nada en el proceso creativo?
CR: Primero, como yo soy una persona más bien barroca y en general también mi obra, me fui cansando un poco de eso y traté de generar con poco, mucho. Es por eso que tomé la decisión de pasar más al blanco y negro. En Black Life, fue decir a ver qué pasa con el blanco y negro y qué pasa si pongo detalles de color nada más. Cómo ser más directo, cómo ser tal vez más parecido a mi pasado publicitario. ‘Menos es más’. Segundo, creo que ahora soy más conceptual, más realista. Si bien antes solamente trataba sobre consumo, o sobre el uso de la mujer, ahora es como que también involucro a la familia y a ciertos círculos de poder que antes ni pensaba en eso. Por ejemplo, los medios de comunicación son círculos de poder muy grandes que también se pelean entre ellos. En la pelea del gobierno con Clarín no estoy de ningún lado porque son dos poderosos que se pelean por lo suyo. Y así con un montón de medios, acá y en todo el mundo. Le pasa lo mismo a México, Perú, España. Son varias cosas las que fueron cambiando a lo largo de tantos años.

RD: La incorporación de la tecnología y el dibujo digital, ¿te modificó a la hora de pensar una obra?
CR: No, porque lo hice siempre. Lo hice desde el año 90, desde que empezaban las Macintosh en el país. Yo siempre tuve muy claro que es una herramienta más. No es un medio para. Yo no me enamoro de los efectos. De hecho, muchas cosas que están en mi obra que piensan que están hechas a máquina, están hechas a mano, muchas cosas que yo hago antes y escaneo. Es un medio que me permite siempre imprimir bien grande, como a mi me gusta 2 x 3 metros, 3 x 4 metros. Me permite ciertas cosas que si las tuviera que hacer con serigrafía u otros sistemas tradicionales, me llevarían mucho tiempo, y como soy muy ansioso, me facilitó el trabajo.


Cuando sale el sol 200 x 300 cm.

RD: ¿Desde qué lugar interviene la música a la hora de crear?
CR: En muchas cosas, desde tenerla de fondo para trabajar hasta inspirarme en muchos discos. Me sigo comprando el disco completo, no me gusta bajarme música. Me compro el disco completo y escucho el concepto que hizo ese grupo o ese artista. Si tiene once temas es por algo, si tiene doce es por algo, el arte de tapa es por algo, las letras son por algo. Por ejemplo, ahora estoy escuchando mucho a Guillermo Pesoa, que tiene un montón de letras que me ayudan mucho para la nueva obra que estoy haciendo. Me gusta la música porque tiene eso que llega más fácil a la gente en comparación al arte plástico donde tenés que hacer una muestra para que llegue al público o tenés que colgar todo y por ahí la gente no va, por ejemplo. La música tiene que vos apretás play y lo pueden escuchar millones de personas o puede estar de fondo mientras haces otra cosa como manejar, o pintar. Entonces me acompaña siempre. Me encanta. Hasta hice un videoclip, haría mas, estoy muy conectado.

RD: Con respecto a las artes plásticas, ¿quiénes fueron tus maestros?
CR: Yo siempre cuando doy una charla digo que mis influencias son tres, porque son verdaderas y porque fueron muy eclécticas a la hora de hacer su obra. Uno es Robert Rauschenberg que es el más clásico en referencia a lo que sería la pintura. Después, está Dave Mckean que es un ilustrador espectacular, y también, me gusta mucho David Carson que es un diseñador gráfico que cambió todo el diseño y la forma de ver muchas cosas que hoy vemos en la calle porque lo siguen copiando, es como el padre del diseño contemporáneo y no salió otro como él. Esa mezcla de diseño, ilustración y arte es lo que hace a mi obra. De acá me gustan Jorge de la Vega, Alberto Greco y Antonio Berni.


Ten piedad 140 x 120 cm.

RD: ¿Cómo ves la escena actual del arte contemporáneo en Argentina?
CR: Yo la veo entre aburrida y repetitiva. Me parece que son pocas cosas las que te vuelan la cabeza. Esto lo digo por experiencia de colegas y de alumnos. Están muy atrás de salir en la revista, de vender la obra, o desesperados por estar en ArteBA y no tienen un cuerpo de obra interesante. Muchas veces, mis ex alumnos, no todos, pero si la mayoría tiene diez u ocho cuadros en un año, nada más. No se permiten la experimentación. Se está buscando siempre de acortar caminos. A veces por Facebook me llegan mensajes de gente que me pide que los recomiende a galerías que los lleve a ArteBA. Y yo me pregunto, ¿quién sos? ¿Qué haces? ¿Qué obra tenés? Mas allá de la confianza, el tema es qué tienen para dar, qué están diciendo, a quién no están imitando. Porque lo que no veo es riesgo, son muy pocos los que arriesgan. La mayoría repiten fórmulas de afuera y de acá. No veo que me sorprendan mucho, tampoco afuera. No estoy diciendo que sea mejor. Afuera pasa bastante parecido. El consumo, el estrellato y los cinco minutos de fama también llegaron al arte contemporáneo. Se está más en eso que en el concepto y en el cuerpo de obra. Por supuesto que vender es importante si te interesa vivir del arte como a mi, pero yo siempre digo que no hago los cuadros para vender, a mi me compran. Ahora estoy haciendo unos proyectos de diseño geométrico sobre respaldos de cama, o puertas que encuentro en la calle. No pienso ahora a quien se los voy a vender. Yo hago un proyecto que me lleva uno, dos años y después aparecerá la gente que lo compre o aparecerá el galerista adecuado que lo exponga o el museo. Me parece patético cuando dicen: ‘Uh tengo que preparar una muestra para fin de año’ y se ponen a pintar de acá a seis meses. Yo pinto para mí, yo trabajo para mí, yo me quiero divertir y pasarla bien, después los de afuera vendrán cuando termine la obra. Si pensás al revés después la obra es una porquería.

RD: ¿Qué proyectos tenés?
CR: Sigo con lo de Black Life, una parte de eso y de otro proyecto que estoy haciendo ahora lo expondré en Document Art que es una galería de Buenos Aires que trabaja con mucho arte conceptual. Después como siempre voy a las ferias Coop, en Miami donde me llevan las galerías, tengo una muestra muy grande en Perú el año que viene y tengo ahora en dos meses una muestra en Nueva York. Ahí iré con la serie Equilibrio que vengo trabajando más con color, sobre Life e íconos más antiguos chinos y rusos que tienen más que ver con el equilibrio de la vida. Tengo varias patas porque hago mucho.

www.claudioroncoli.com