El primer destino de nuestro especial es Berlín de la mano de «Otoño Alemán», de Liliana Villanueva.
Por Agustina Ordoqui
@AgusOrdoqui
“Cada vez que pienso en Berlín pienso en otoño. Puedo imaginarla en invierno pero me cuesta pensarla en verano, en primavera”, escribe Liliana Villanueva en las primeras hojas de Otoño Alemán, el título que elegimos para dar inicio a nuestro especial de #ViajamosconLibros. El libro, editado el año pasado por Blatt & Ríos en el marco del 30º aniversario de la caída del Muro, nos transporta a una ciudad todavía dividida en dos. Villanueva es una joven que lleva poco tiempo en Berlín, luego de mudarse para acompañar a su entonces pareja, Jan, un periodista alemán.
Viajes en sepia a la Alemania Oriental, vida en colores en la Alemania Occidental, amigos ossis y wessis, aventuras y anécdotas insólitas, una primera incursión en el mundo de la arquitectura y la asistencia a un episodio que marcó la historia mundial. Ese evento, del que Villanueva se convirtió en una cronista inesperada, ocurrió el 9 de noviembre de 1989, en otoño, aunque los otoños alemanes bien nos valgan un invierno porteño.
Villanueva reconstruye aquellos días, meses, años con una precisión y detalles tan nítidos que pronto se puede sentir el frío de la noche berlinesa cuando cayó el muro, los olores de los bares subterráneos, el ruido de los coches en las calles, los naranjas, ocres y rojos de las hojas y las entonaciones de las palabras alemanas.
La autora se narra a sí misma y al narrarse deja al descubierto a la sociedad alemana antes y después de la reunificación y las modificaciones urbanísticas que fue experimentando Berlín. Porque el muro no es más que una excusa para ir más allá y mostrar las transformaciones de un país en las postrimerías de la Guerra Fría y en la entrada de lleno a la globalización. Otoño Alemán es un viaje a un Berlín de otra época, en la que se precipitaron los cambios y se cimentó el Berlín actual que, sin embargo, guarda mucho todavía de su pasado.
En palabras de Villanueva:
«Sobre todo en los días cálidos de principios de octubre, frescos de a ratos, cuando las hojas brillan aún en los árboles, los tonos ocres, amarillos, rojos, marrones, toda una paleta de naranjtas y bermellones, cuando los árboles compiten con las veredas en cantidad de hojas secas, sobre todo en esos días suaves, el otoño berlinés me conecta con un tiempo antiguo, anterior a las modas y los edificios, a una época a escala de las calles y fachadas anteriores a la guerra, a la ciudad dividida, al clima se cuela y toca diferente a uno y otro lado del muro».
A título personal. A diferencia de Liliana Villanueva, las dos veces que estuve en Berlín fueron en verano. La primera fue en 2014 y me tocó estar ahí en la final del Mundial de Fútbol, en un biergarten con amigos y rodeados de alemanes el día en que sí, perdimos contra ellos. Esa vez estuve tres días, de los cuales dos me los pasé completamente perdida bajo la lluvia y uno entero puteando. No guardo los mejores recuerdos. Pero un par de años después, cuando vivía en París, una amiga me fue a visitar y me propuso sumarme a su visita a Berlín. Además de darme la oportunidad de viajar con ella, Alemania está al lado de Polonia y me servía de puntapié para emprender ruta hacia el este. Esa segunda vez fue para mí un redescubrimiento. Fueron otros tres días en Berlín, en los que me los pasé completamente enamorada y latiendo al ritmo de la ciudad. En mi caso, entonces, cada vez que pienso en Berlín pienso en verano, aunque con la hermosa prosa de Villanueva puedo imaginarla y sentirla también en otoño.
Un plus. Si tenés ganas de ver un poco de Berlín ahora, te recomendamos la película Victoria, dirigida por Sebastian Schipper y protagonizada por Laia Costa. Es sobre una chica madrileña que se acaba de mudar a Berlín y, a la salida de un boliche, conoce a un grupo de alemanes que la llevan a recorrer la ciudad de noche. Lo que empieza como una diversión va tomando tintes cada vez más turbios. La película, que fue parte del BAFICI 2015 y la rompió en la Berlinale de ese año, está filmada en una sola toma: dos horas siguiendo a los protagonistas por el barrio del Kreuzberg. Está acá.