Inauguramos una nueva sección en la que podremos viajar por todo el mundo de la mano de un buen libro.

Por Agustina Ordoqui
@AgusOrdoqui

Hace algún tiempo, nos llegó una recomendación de un librero. Decía que si íbamos a viajar, lo mejor era llevar un libro que transcurriera en la ciudad de destino. De esa forma, el viaje no sería solo físico y se podría descubrir el lugar con los ojos propios, pero también a través de otras líneas y otras miradas. 

Sentarse en el banco de una plaza de la capital francesa y leer la descripción que Ernest Hemingway hizo de los años veinte en París era una fiesta. Tomar un café en Santiago de Chile y pensar en aquellos años álgidos que narró Pedro Lemebel en Tengo miedo torero bajo la voz de “La loca del frente”. Perderse por las calles de Tokio como perderse por las páginas de Haruki Murakami. Pisar la arena blanca de una playa del Caribe y sentirse en una novela de Gabriel García Márquez.

Viajamos con libros, en el sentido metafórico y literal

Pero también están quienes conocen una ciudad gracias a un libro y luego sueñan con verla en persona, percibir los mismos aromas que imaginaron al leer, ver los detalles de un parque, un monumento o un recoveco que se menciona o ponerle colores a un escenario. Y están quienes recuerdan y reviven los sonidos y tonalidades de un lugar con la lectura, siguen descubriéndola a pesar de no estar más ahí y desean regresar de alguna manera. 

Antes, durante o después de un viaje, leer es siempre una buena idea. Viajamos con libros, en el sentido metafórico y literal, y sin duda es con ellos que cualquier viaje se enriquece. Son un hilo del que tirar y encontrar. Por eso, desde Revista Dínamo decidimos empezar esta sección especial. Cada semana, vamos a elegir una ciudad, un libro y una recomendación cultural para transportarnos a ese lugar. En definitiva, un libro que nos lleva a una ciudad, una ciudad que nos lleva a un mundo y un mundo a descubrir.

Primer destino: Berlín