Mariana Travacio interpela personajes a lo largo de sus cuentos para que descubran su lugar y sus motivaciones en un entramado social que los excede
Por Pablo Stanisci
Existen pocas fuentes de inspiración literaria tan rica como la vida misma. Las relaciones de pareja que aparentan ser perfectas o aquellas más conflictivas, las dificultades que implican el crecimiento y la madurez o el inevitable transitar de la vejez hacia la muerte pueden ser el origen de una ficción. Pero de poco sirve esa fuente si no hay detrás una pluma lo suficientemente hábil para tomar de ella las piezas necesarias y darles forma en un relato.
Por suerte, eso es lo que sucedió el pasado año cuando Baltasara Editora seleccionó en el marco de la Convocatoria Editorial 2015 la antología Cotidiano de Mariana Travacio. Ese año, 2015, estuvo repleto de reconocimientos para la autora, como el Premio Internacional de Relatos Cortos José Nogales (Huelva, España) y el Premio de Narrativa de la Hispanic Culture Review (Fairfax, USA), entre otros.
El libro consta de once exquisitos relatos en los que Travacio no necesita de un léxico complejo o estructuras rebuscadas para lograr historias profundas y directas. Una recomendación: no leer más de dos cuentos por vez. Son narraciones ideales para disfrutarlas de a poco y dejarlas correr libres por la mente, porque inevitablemente van a tocar una fibra interna, ya sea por un recuerdo o la vivencia de un ser cercano. Por momentos, sacan más de una carcajada, como en Maten a los tortolitos, en el que la autora aborda en forma muy sincera y divertida las relaciones amorosas entre parejas adultas. Tampoco se escatiman historias en las que la crudeza y la muerte son explícitas, como en Nadie ahí, Trayectorias o Caminata. Entre ambos extremos la autora despliega su universo de personajes bien definidos y giros con cierres inesperados.
Pero el hilo fundamental que atraviesa todos los cuentos es la construcción del otro, esa cuestión de la que todos somos partícipes de manera consciente o inconsciente. Sea la otredad que el protagonista crea sobre su entorno, su familia, sus vecinos, o los imaginarios que la sociedad implanta sobre él, forzándolo a seguir ciertos patrones establecidos y el conflicto interno que eso genera al tomar conciencia de que uno no es dueño de sus decisiones. Una arista de ese complejo tema puede apreciarse en el relato Hendijas, en el que el protagonista incorpora a su vida cotidiana a una vecina que solo puede escuchar a través de una hendija en la medianera de su casa, pero que nunca pudo ver y, a pesar de eso, genera un empatía mayor que con sus amigos. O el drama que se presenta en Manuela, cuando la ida de una hija de la casa reconfigura los imaginarios sobre los otros y entran en conflicto los roles dentro de la estructura familiar.
Desde otro punto de vista, el cuento Construcción, quizás el mejor relato del libro, sigue el día a día de una mujer que pierde la memoria y debe atravesar un sinuoso camino para intentar reencontrarse con su hija, su marido y su pasado. Aquí la construcción de la otredad es contemplada en toda su inmensidad y crudeza, ya que la protagonista, una mujer adulta, debe desandar y reconfigurar su vida entrando en conflicto con todo lo que se espera que ella recuerde, aunque ya no coincida con sus deseos y necesidades actuales. Un volver a cero.
En este punto es inevitable no cuestionar hasta qué punto somos responsables de nuestras elecciones y nuestra forma de conducirnos. Aunque la vida dentro de una comunidad nos moldee según sus costumbres y tradiciones, ¿tomamos nuestras decisiones en base a lo que deseamos o lo que se nos impone por fuera? En un siglo XXI avasallado por las redes sociales, las infinitas formas de interconexión que los medios móviles de comunicación brindan o el mercado de consumo masivo del cual es prácticamente imposible escapar, ¿hasta qué punto no somos una mera construcción ajena que pugna por encontrar un yo particular? Las respuestas a estas incógnitas exceden cualquier texto, pero Cotidiano genera el ruido suficiente en el lector, para que, al menos, estas preguntas surjan. El mundo de situaciones y personajes que Travacio genera a partir del entorno diario, de situaciones que naturalizamos, pero de las que pocas veces tomamos conciencia de su artificialidad, solo hace suponer que su primera novela, publicada recientemente por Metalúcida Editora, sorprenderá y atrapará tanto como sus cuentos.