El controversial laberinto participativo que exhibieron Marta Minujín y Rubén Santantonín en el Instituto Di Tella en 1965 regresó después 50 años, esta vez en el Museo de Arte Moderno y reconstruido según la artista, pionera del arte pop

Por Joanny Oviedo

menesunda-1

Ella pasó el letrero que decía “Entrada 1”, bajó dos escalones y “¡uy, no, perdón!”, exclamó sorprendida y con risa nerviosa. Su mirada se había encontrado con la de un tipo joven, como de unos 30 años, que estaba en absoluta calma leyendo el diario acostado en su cama, en calzones y con la esposa dormida enganchada al pecho. Miró a los lados y notó que estaba sola, literalmente adentro de la pequeña habitación de una pareja desconocida. Nadie la echaba ni le demandaba nada, pero ella sentía que estorbaba, así que emprendió la huida con un torpe “está muy linda su habitación, con permiso” y terminó de bajar las escaleras en busca de la salida, riéndose por lo raro de la situación.

El laberinto de La Menesunda según Marta Minujín en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires la había descolocado. Era como si su intimidad se hubiera quedado un ratito expuesta, desnuda, sobre esa cama. “Imaginate si genera este impacto ahora, ni hablar en esa época”, comentó una señora mayor, visiblemente contenta al salir del recorrido. Y sí. Si en pleno siglo de selfies, Whatsapp y posteos minuto a minuto de cualquier cosa de la vida cotidiana, aún nos sacude ver a otros en la intimidad, debe haber sido muy shockeante encontrarse con esa escena en 1965, cuando Minujín y Rubén Santantonín expusieron la obra por primera vez en el famoso y vanguardista Instituto Di Tella.

La Menesunda –que en lunfardo quiere decir “mezcla”, “confusión”– fue creada precisamente con el fin de provocar, “sacar a la gente del estupor de la vida cotidiana y obligarla a enfrentarse a esa cotidianeidad representada por objetos en extremo familiares”, para así “abrir nuevas lecturas”, como indica el texto curatorial de la exposición. Hace 50 años, su atrevimiento generó, por un lado, puntillosas críticas de la prensa, que la calificó de tontería, lamentable, enervante, y por el otro, colas de hasta tres y cuatro horas sobre la calle Florida –donde funcionaba el Di Tella–, con gente curiosa por zambullirse en una obra de arte en lugar de solo verla en silencio desde afuera.

menesunda-2
Foto: Josefina Tommasi

Por favor, toque

La Menesunda según Marta Minujín estuvo en el MAMBA hasta el 28 de febrero de este año. Se trata de un laberinto de 400 metros cuadrados que tomó un año y medio reconstruir a la semejanza del anterior a partir de fotografías, videos, notas de prensa, material audiovisual, testimonios de los artistas Pablo Suárez, David Lamelas, Rodolfo Prayón, Floreal Amor y Leopoldo Maler, quienes colaboraron en la obra de 1965; así como el trabajo conjunto del museo, el arquitecto Fernando Manzone y la propia Minujín. Consistió en diez zonas casi oníricas (la original, tenía once) en las que había que oír, observar, oler, sentir, empujar cosas y, en definitiva, participar para poder avanzar.

Lo que no encontró en esta instalación es el típico cartel de “por favor, no tocar”.Se ingresaba de uno en uno para permitir que cada quien pueda recorrer los espacios en soledad por aproximadamente un minuto, y en total, solo se podía estar de ocho a diez personas por vez dentro de la instalación.

menesunda-3
Foto: Josefina Tommasi

Trasladable

Luego de haber dedicado más de cinco décadas a hacer obras de arte efímero diseñadas para descolocar a los participantes y dejar huellas en la memoria colectiva, la artista anunció la donación al MAMBA de La Menesunda según Marta Minujín (2015), de manera que la instalación pueda ser trasladada a otras altitudes con facilidad. “Esta obra fue tan contundente a nivel internacional, que hoy día los museos del mundo la están pidiendo para que próximamente se pueda mostrar allá. Por eso la construimos de tal manera que pueda ser separada y metida en containers y llevada a otros países […], para que cuando yo no exista, dentro de 50 años, pueda volver a ser armada”, explicó Minujín en un breve mensaje inaugural ofrecido en las escaleras del MAMBA y con el que, sin anestesia, sustituyó la conferencia de prensa pautada para esa tarde.

Es normal. A sus 72 años, siguen latentes su alergia a las reglas sociales, su ropa extravagante, sus lentes oscuros –que solo se quita cuando quiere pasar desapercibida, pues desde hace más de 30 años que no muestra sus ojos en público–, su gran talento y empuje que le valió el calificativo de “reina del pop suramericano” según Andy Warhol, así como su espíritu mainstream, por ser considerada “la artista más marketinera de la Argentina”, en palabras de Gustavo Vásquez Ocampo, ex coordinador de Museografía del MALBA. Sea como sea, su arte vanguardista de los 60, sigue, sin dudas, sacudiendo estructuras.

menesunda-4
Foto: Josefina Tommasi

Nota publicada en octubre de 2015, reeditada para el número aniversario de Dínamo (marzo 2016)