La Gran Jaime es un centro cultural que, con solo un año y medio de vida, derrocha profesionalismo y buenas vibras. Un espacio ideal para el encuentro entre artistas y flâneurs
Por Guerchu
@lguerchu
Abierto de lunes a sábado a partir de las diecinueve horas, “La Granja”, como lo llaman sus asiduos concurrentes, ofrece variados talleres como teatro, composición de canciones, fotografía, ensamble de vientos, entre otros. Con una barra abierta al público y un menú culinario que va de lo vegetariano a la exquisitez en sandwiches como el de roast beef a la mostaza o el de pollo, con cebolla caramelizada y queso blanco. Viernes y sábados suelen ser noches de bandas y solistas. Sus paredes exponen eventualmente fotografía, dibujo, pintura, historieta y otras artes pictóricas. Los miércoles se lleva a cabo un ciclo de cine que revisa los directores más legendarios del siglo pasado: ya han proyectado a los hermanos Coen y Wes Anderson; en julio, el elegido es Stanley Kubrick. El año pasado fue sede de ciclos como No solo en cines y del homenaje a Luis Alberto Spinetta, Mañana es mejor.
Este año, la Granja se mudó a Villa Crespo, a una casa de una planta que hace sentir en familia a cualquiera que se siente en el patio a tomar una copa de vino acompañado, por ejemplo, de un “Veggie” (sandwich de incontables verduras y hummus). En año y medio de funcionamiento han pasado grandes bandas y solistas como Polaroides, Eric Mandarina, Jvlian, Cilantro y Santi Martínez; han expuesto fotógrafos y artistas visuales como Juliana Zepp y Elizabeth Serantes, Rafael Cheín TAK. Ahora están exponiendo Alejandro Vilas, Lucía Brutta y Gabriel Ons del taller de H. Han leido sus poemas los creadores de “Poesía estereo”, Sagrado Sebakis y Diego Arbit, así como Mariana Bugallo.
En 2014, La Gran Jaime funcionó en el edificio que dejara el Club Cultural Matienzo, en el barrio de Colegiales. El lugar era conocido, entre otras cosas, por su terraza: para subir allí, había que caminar una escalera que parecía ser más alta a medida que se la subía. En comparación con el año pasado, Chefo (Federico Velasco), uno de los que llevan adelante el centro, admite que la casa en la que están ahora “es mucho más linda y más nuestra”. Con respecto a los talleres, nos cuenta que están mejor organizados y tienen mayor concurrencia. En cuanto al peligro de la escalera del espacio anterior, nos señala su brazo y confiesa “este moretón me lo hice bajándola” y agrega: “una vez pensé que me había quebrado un hueso”. También era muy peligroso para la gente que venía. Cuando se le pregunta por la onda del lugar, reflexiona que “el año pasado tuvo mucho rock; ahora estamos debatiendo si vamos a seguir así”, en referencia no solo al género musical y volumen de las bandas, sino también en cuanto al cuidado del lugar.
Le preguntamos a Laucha (Lautaro Schachmann), otro de los encargados del lugar, su opinión sobre esta decisión de cortar con tanto rock y nos confiesa: “Si bien, no puedo renegar de mi adolescencia, ahora estamos más tranquilos”. Después le preguntamos por el tema legal. Lamenta que todavía falte terminar de votar la Ley de centros culturales, mediante la cual se crea una personería que les permita realizar actividades varias. Como muchos lugares independientes que difunden el arte y la cultura en la Ciudad de Buenos Aires, La Gran Jaime ha sido clausurada más de una vez en año y medio de vida, a pesar de tener todos los papeles en regla. Finalmente se enorgullese de pertenecer a una espacio cultural no partidario.
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La Gran Jaime
Aráoz 832, Ciudad de Buenos Aires