«Íntimos», dirigida por Cristina Banegas y con coreografía de Sandro Nunziata, expresa en lenguaje corporal los vaivenes de un vínculo en el que la búsqueda es la única constante
Por Gabriela Koolen

Resulta difícil definir la intimidad entre dos personas. Se podría decir que es algo que se intuye, como un círculo de líneas difusas. Elocuentes, los cuerpos de Eladia Córdoba y José Garófalo -los intérpretes de Íntimos– se arriesgan a dibujar sus contornos sobre el escenario. Dos bailarines que se buscan y se pierden continuamente entre la música y las palabras, que por momentos parecen estar de sobra en el fluir de la danza.
A veces con una crudeza brutal y otras con un humor delirante, la obra juega con los cuerpos, sus sonidos y la vestimenta como una provocación histérica. Pelo, carne, jadeos. Lo visceral apura el paso. Dos respiraciones que por momentos encuentran un ritmo común y enseguida se vuelven desencuentro, súplica que no llega a pronunciarse.

Con música original de Pablo Mainetti de fondo -más la versión de Recuerdo registrada por Horacio Salgán- el público espía la intimidad de esos dos que a veces pierden los límites y parecen uno solo. Dos que se deforman, se rearman, y hasta se disuelven. Se perciben los latidos multiplicándose, la música de esos cuerpos que cambian de forma. Son una bestia de dos cabezas que ruge insaciable, y también criaturas vulnerables, expuestas.
La intimidad es un monstruo, devora todo y va por más. También es tregua, ternura, la desnudez de dos que se quieren aún en el desencuentro. La intimidad es riesgo. Espectadores e intérpretes comulgan en un mismo terreno donde no hay certezas a la hora de elegir si dar el salto o quedarse del otro lado. La invitación, como en toda experiencia, es a ser parte del juego.
Íntimos
Dirección teatral: Cristina Banegas
Dirección coreográfica: Sandro Nunziata
Funciones: Domingos a las 21 horas
El excéntrico de la 18
Lerma 420
Reservas 4772-6092

