El primer domingo de cada mes cientos de personas se suman al paseo en bici por la ciudad porteña, entre otras cosas, para reafirmar los derechos de los “bicicletistas”.
Por Romina Bianchi
La masa crítica es una conjunción de circunstancias sobre ruedas que pretende unificar diferentes sectores sociales en una fiesta notable con risas y colores en medio de las principales avenidas, sin importar condición, sexo y edad. Todos ellos se reúnen y reconocen en el Obelisco, lugar donde los aplausos indican la largada sin rumbo ni organizador concreto en la primera fila, base primordial para darle sentido a lo diferente, a lo que los chicos de la MC llaman “xerocracia” (burocracia cero y libertad total para hacer). El domingo, a la hora de la siesta, los pedales reclaman, festejan y respetan.
En un mismo lugar, la bicis tienen nombre propio, como quienes las manejan, asimismo, coexisten carritos traseros para llevar a los bebés y canastos perrunos para que todos puedan disfrutar de las calles sin autos, al menos una vez al mes. Sí. Es decir, está todo permitido –hasta las pelucas y disfraces raros- pero cualquier tipo de transporte motorizado no puede participar, obviamente, por cuestiones de principios: mayormente los autos (léase, también, conductores) suelen abrazar el poder del cemento, del semáforo y de la vida de la demás.
Las buenas palabras logran generarse desde la alegría de cada uno de los “biciletistas” (término utilizado para diferenciar a los adeptos al paseo de los ciclistas) que llevan las sonrisas colgadas, sin nervios, ni bocinazos. Sería mentira decir que no se escuchan, de hecho aparecen sonidos molestos y atrevidos pero son de los que aún no conocen a la MC y piensan por inercia en la palabra protesta, lectura equivocada de la movida iniciada hace más de dos años en Buenos Aires, desde 1992 en San Francisco, California, y después difundido en distintas ciudades del mundo como Copenhague, Berlín, Bergen, Porto Alegre.
Básicamente, la Masa Crítica reúne a los seres humanos con el fin de avanzar a pesar de los autos y divertirse de manera genuina porque, en definitiva, la bicicleta crea una visión diferente de las cosas. Agarrado al manubrio, recobra fuerza la calma, la libertad, y sin ir más lejos, es posible palpar el aire algo totalmente contrario al caso de los en los autos o colectivos que alargan y amargan distancias, aparte de contaminar y separar a la personas a través de una simple ventanilla y el aire artificial del acondicionado.
Fotos: Félix Busso
Más información: http://www.masacriticabsas.com.ar/todomc.php