Con 38 años, tiene una larga trayectoria como escritora y periodista. «No tengo la menor idea de cómo llegan las historias a mi mente, pero me inspiro en la vida cotidiana», cuenta
Por María Luján Torralba
@lujitorralba
Foto de Leandro Sánchez
Daniela Pasik tiene 38 años y vive con su hijo Fausto y su gato Carlos. Trabaja como periodista desde hace mucho y da talleres de narrativa desde hace poco. Escribe cuentos, poesía, notas, mails, pavadas en cuadernos, en su blog o en los azulejos de la cocina. Lee con la birome cerca y anota todos sus libros. A veces hasta los edita.
Le gustan las series porque son compromisos a largo plazo. Odia que arruinen a los zombies poniéndolos de moda y por la misma razón se alegra que hayan dejado a los vampiros un poco en paz. Tiene una sección especial en su biblioteca para Stephen King. Cree que el mejor inicio de la literatura contemporánea es el de Lolita.
Aunque no tiene pseudónimo, muchos le dicen Danixa y vive en un “no barrio” – porque está entre fronteras – al cual ella denomina “Abastonce”. Tiene maestros tangibles y otros virtuales. Los analógicos son amigos que admira y de los que aprende intercambiando cosas, como los escritores y talleristas Alejandro López y Natalia Moret o los poetas Horacio Fiebelkorn, Laura Witner, Clara Muschietti, Alejandro Méndez y Liliana García Carril. Los intangibles son todos los que lee, y es un abanico amplio: Hebe Uhart, Stephen King, Ballard, Laiseca, Vonnegut, Chejov, Tennessee Williams, Nabokov, John Irving, Levrero, Ian McEwan, Dorothy Parker, Louisa May Alcott, Ray Bradbury, Jane Austen, Isaac Asimov. Le gusta estar en piyama y su favorito actual es uno en forma de Totoro.
Revista Dínamo: ¿Qué es ser una joven escritora?, ¿desde cuándo te autodenominas escritora?
Daniela Pasik: Una joven escritora debe ser alguien joven, que escribe. Yo no me considero especialmente «joven» etariamente y no sé si me autodenomino «escritora». Me siento más una «escribiente» y soy joven mientras tenga algo que aprender, así que para eso no importa la edad y puede durar para siempre, pero por etapas.
RD: ¿Cuáles son tus referentes literarios?, ¿qué texto te marcó para siempre?
DP: Mis referentes literarios son muchos, algunos son los que enumeré más arriba como «maestros» y también agregaría géneros específicos, como el terror, el policial, el cómic, la crónica. Pero también la música, las artes plásticas, el teatro, el cine, las series. Muchos textos me marcaron para siempre, me es difícil elegir uno solo, me hace sentir como en La decisión de Sophie. Ahora, rápido tipo pin pon, podría decirte que Lolita y Crónicas marcianas. Pero sin dudas también Cementerio de animales, Julliette, Drácula. Igual ya me siento mal por no decir La importancia de llamarse Ernesto o Un tranvía llamado deseo y La intromisión, La novela luminosa o Crash. No sé, no puedo elegir. Ah, también El jardín de cemento y Expiación. Y La mujer rota. Y La náusea. Y El extranjero. Y El resplandor. Y Generación X. Y American Psycho. Y todo Bukowski, Silvina Ocampo, Borges, Cortázar. Y la Biblia. Y Patti Smith. Y Alicia en el país de las maravillas. Y Juan L. Ortiz. Y Viel Temperley. Y, y, y, y.
RD: ¿Cómo llegan las historias a tu mente?, ¿en qué te inspirás?
DP: No tengo la menor idea de cómo llegan las historias a mi mente, pero me inspiro en la vida cotidiana. En cosas que podrían ser pavadas, pero que de pronto por alguna magia que agradezco cuando sucede hace que pueda ver todo con ojos nuevos, como si fuera extranjera o niña o me hubiera caído en una grieta.
RD: ¿Qué concepto englobaría toda tu obra?
DP: No sé. Si se le ocurre a alguien me encantaría saberlo, de hecho.
RD: ¿Cómo definirías tu estilo?
DP: Tampoco sé. Calculo que ecléctico, multigénero.
RD: ¿Qué personaje de ficción te hubiera gustado ser?
DP: Miles. Hoy es el día de Stars Wars así que no puedo dejar de decir La princesa Leia. También Jo, de Mujercitas. Algún tipo de vampiro en plan Anne Rice. Y amiga de los chicos de The body, de Stephen King. Y me gustaría ir a una fiesta de las que organizaba el matrimonio protagonista de Los malditos y los bellos, de Fitzgerald.
RD: ¿Con qué artistas de otras disciplinas te identificás?
DP: La música y la escritura me parecen muy amigas, porque tienen que ver con buscar ritmos. Así que con muchos músicos. También me parece que las artes plásticas son hermanables a la escritura, porque hay que pensar en soportes, imágenes. Y el cine, el teatro y las series también, porque cuentan historias. También la arquitectura, porque hay que diseñar para construir. Y un mecánico, un obrero, porque hay que trabajar, usar herramientas.
Sobre Daniela Pasik
Se pueden leer sus textos en sus blogs:
Nada Personal
Dani Pasik.
En Twitter: @danixa
Sus publicaciones:
–Historia de una chica que se enamoró de un pez (editorial Funesiana, 2009). Microrelatos.
– Hacerse (Grijalbo, 2010). Investigación y crónica.
– Átomos (Ediciones Tiramisú, 2010). Poesía.
–Inicio (Euduvim, 2011). Nouvelle.
–Cuarenta grados a la sombra (Planeta, 2012). Antología de cuentos, con el relato Las putas fiestas.
–Investigación y crónica sobre la industria porno argentina, en proceso, para Editorial Marea.
Y acá, para disfrutar, el cuento de Daniela Pasik …Duérmete pedazo, de mi corazón
Lo fácil que es, lo cerca que está una, en cada acción cotidiana, de ser como algunas de esas personas que salen en las páginas policiales de los diarios, o que lloran en los noticieros diciendo que no lo planearon, que todo parecía estar bien, que nunca desearon hacerle daño a nadie, mucho menos a ella.
Patética y peligrosa no son adjetivos con los que la calificarían a una, son más bien los que usarían para describir por ejemplo a la gorda que Ripstein imaginó como protagonista de Profundo carmesí, la película que una prefirió alquilar antes que La sirenita, y no fue por maldad, no: pasa que la copia era trucha y para criar bien a una niña hay que tener principios, y no se le puede dar malos ejemplos. Esas pequeñas cosas también importan.
¿Chica pez que se sacrifica por amor o mujer triste que quiere sexo y sus hijos no la dejan en paz? Porque olvidar un remedio importante, por ejemplo, es algo que le puede pasar a cualquiera y eso no quiere decir que una haya tenido la intención de hacerle algo malo a nadie. La velocidad con la que se vive hace que la gente omita algunos detalles, es algo típico de los que tienen muchas responsabilidades, como una, que trabaja tanto.
A la nena siempre le duele algo cuando una necesita dormir, dice con su vocecita aguda que quiere que la tapen cuando una entró en la ducha, pide un beso cuando una ya se puso crema en la cara, exige abrazos cuando una recién terminó de pintarse las uñas. Y una se sacrifica. Y la atiende. Siempre.
Es natural. Así como una mañana era una liendre, una rascada cada tanto, un día no hay tiempo de ir a la farmacia, otro no hay cambio para comprar el producto y pasa: así de fácil la cabeza rubia de esa nena de clase media es un criadero, los piojos están instalados y no se van. Y una no quiso, no es que lo planeó. Es instintivo. Como el asunto de cortarle las uñas. Una lo patea para adelante lo más que puede, porque es complicado.
Claro, de afuera parece una tontería, pero no es una tontería. Seguro que mil comentarios desaprobatorios la ametrallarían a una si supieran del largo de las uñas de esa nena de jardín de infantes privado. Pero tocarle los dedos de los pies a otro ser humano, por más que sea la hija de una, sigue siendo asqueroso. Claro, es más fácil decir habráse visto, bestia, flor de turra, hija de mil puta, desalmada y querer tirarla por la escalera a una, tratar de ahorcarla a una aunque se sea el marido y entonces irse, dar un portazo y dejarle a una más responsabilidades que antes, como si así se solucionara algo.
Pero son insultos gratuitos, porque al final siempre se trataba, alicate en mano, de vencer todas las fobias. Y se hacía, a pesar de todo. Se hacía aunque la nena dijera que le dolía, y a pesar de que nunca quería sacarse las medias.
Una, siempre agotada de trabajar, cocinar, lavar, planchar y además tratar de seguir estudiando porque deseaba ser exitosa para que la nena pudiera admirarla en el futuro, muchas veces dejaba pasar el momento de cortar esas uñas, es cierto. Pero eso no es un pecado, son solamente uñas. Y sí, a veces llegaban a dar vuelta el dedo, se enganchaban y hacían que las zapatillitas con luces de colores en la suela le apretaran tanto a la nena, que se quejaba por todo, a pesar de que lo único que hacía una era darle los gustos, como comprarle ese yogurt de Barbie princesa, que es igual a cualquier otro pero más caro porque tiene esa figurita tan pretenciosa. Y una se lo compraba siempre porque era tan lindo verla feliz con su potecito. La sonrisa gigante, los ojitos brillando.
Es un estreptococo blablablá del gupo a, no es grave si se toma el antibiótico, pero no hay que dejarlo pasar. El carnet de la obra social en la cartera, el plan de comprar lo que haya que comprar, no es que a una le importó tres carajos. Pero la nena se sentía bien, se la veía tan hermosa, tan grande para sus tres añitos, y los médicos siempre exageran, una misma tiene un bultito que nunca termina de ir a hacerse ver porque lo del cáncer de mama es algo que les pasa a los otros, igual que lo de los hijos enfermos de gravedad.
Es tan fácil, entonces, omitir algunas cosas. Y no es que una lo planee. Pasa. Y no tiene que ver con el amor, porque todas las madres aman a sus hijos. Y una siempre la va a amar a ella, porque salió de una, porque tenía olor a galletita de vainilla en los cachetes y daba besos ricos, con gusto a caramelos.