El street art irrumpe en la ciudad. Los artistas de graffitis y esténcils no sólo se manifiestan en la calle sino que también se reunen en una galería inusual: Hollywood In Cambodia

Por María Luján Torralba

Martes por la tarde. Cuando es invierno en Buenos Aires, a las seis ya es de noche y hace frío. La calle está silenciosa pero las paredes hablan. Entre los locales modernos de Palermo, llama la atención una fachada colmada de grafittis, dibujos y esténciles. Es Post Bar, un pub enorme que esconde en el fondo uno de los lugares más creativos de la zona, la galería Hollywood in Cambodia. Allí, entre cuatro paredes altísimas invadidas de imágenes de colores fluorescentes e impactantes, están Federico Minuchin, organizador del lugar, y Pedro y Santiago Panichelli, miembros del colectivo artístico Triángulo Dorado, que se encuentra actualmente exponiendo. Ellos se dedican a intervenir paredes, a romper con el convencionalismo del espacio público para dejar su arte, su huella personal. Son palabra mayor del street art.

Hollywood in Cambodia es un espacio que se encuentra fuera del mercado del arte y del circuito de galerías tradicional porque, lejos de la burocracia, funciona como un encuentro de amigos, y las obras están a la venta como una consecuencia. “La idea surgió en el 2006 cuando nos convocan a seis artistas del esténcil a pintar el bar que estaba abriendo en ese momento. Nosotros no conocíamos a los dueños pero sí entre los artistas. Intercambiamos el trabajo de darle onda al bar por tener un espacio arriba y usarlo de galería. Fue un experimento donde resultamos ser galeristas. Estamos de los dos lados pero somos primero artistas. En un principio la idea era hacer sólo muestras, e ir a pintar a la calle con graffiti o esténcil. Con el tiempo nos dimos cuenta que un montón de gente se interesaba por lo que hacíamos, entonces surgió una demanda por otros artistas, y así fue que empezamos a vender las obras. Son bastante accesibles dentro de todo y lo bueno es que si bien pasa por la galería es como una venta directa del artista a la gente. La galería es informal en un punto porque no es la típica donde hay un galerista que se ocupa de elegir o condicionar a los artistas, acá el laburo lo hacen ellos. Nosotros les damos los cuartos y ellos deciden qué mostrar y cómo. Nosotros no les vamos a decir no hagas eso porque no es comercial y no vende”, explica Federico.

La galería organiza entre ocho y diez muestras por año que son seleccionadas por interés de sus curadores hacia un artista o son exposiciones en conjunto a partir de una idea en particular. Los seis artistas que están a cargo son miembro de los colectivos artísticos Buenos Aires Stencil, Run Dont Walk, Stencil Land y Malatesta. El espacio comprende dos cuartos, que son los únicos lugares que cuando termina la exposición se pintan y se empieza de cero, y una gran terraza donde se va pintando una obra sobre otra. Federico cuenta que la propuesta es que se vayan mezclando, que se vayan pisando siguiendo un poco la lógica de la calle.

Los artistas callejeros viven una experiencia única cada vez que deciden pintar un muro. La reacción de la gente, la apropiación de un espacio público y las eventualidades de expresarse al aire libre producen adrenalina y una extraordinaria satisfacción. Santiago manifiesta: “En la calle, la gente no va preparada a ver algo, simplemente pasa. Su respuesta es muchos más cruda y sincera que cuando alguien va preparado a ver algo. El público ve la obra de una manera mucho más natural. El tamaño va a ser otro, la dinámica va a ser otra, y el espacio ya de por sí es diferente. Te encontrás con soportes muy diferentes. Una galería, por ejemplo, está preparada para una cierta cantidad de gente y otra cierta que no se va a enterar jamás”. Federico, por su parte, agrega: “Eso es lo bueno de la calle, que está ahí, que es de todos. Si podés con las pintadas de la calle cambiarle a una persona la rutina y que tenga ganas de volver a hacer ese camino para ver la pintada, ya es mucho, no cambias el mundo pero cambias la rutina de una persona. Yo pinto egoístamente para mí, en el sentido que me gusta pintar por los lugares de la ciudad por donde yo ando, porque cuando pintas en la calle después tenés otra relación con la ciudad, no solo por lo que yo pinto sino también por lo que hacen los demás. Reconozco de quien es cada obra, me doy cuenta si lo taparon o si no lo taparon, como que hay una historia que es una cosa que se va dando naturalmente con el tiempo. También es importante destacar que las obras no son para siempre, son efímeras. El esténcil tiene mucho de repetición pero igual nunca va a ser lo mismo. Lo que no haría es ir devuelta al mismo lugar donde me lo taparon porque sería insistir en que algo tiene que ser de una manera y no es así, el juego de la calle es que eso se vaya tapando. Esta bueno que así sea”.

Estos artistas trabajan en colectivos artísticos, pero este concepto es muy amplio. Santiago expresa que los tres miembros de Triángulo Dorado trabajan siempre en la misma imagen, tal vez uno piensa una idea, otro la dibuja y otro piensa los colores. Ellos van improvisando sobre la marcha a partir de una idea latente. Muchas veces la obra depende del espacio, del tiempo que dispongan o del estado de la pared. En el caso de los artistas del esténcil, trabajar en equipo hace la tarea más rápida y fácil. Federico dice: “Cuando pintamos una pared con más artistas también es una mezcla de todos, se van mezclando los personajes de todos, es una construcción grupal. Con el trabajo colectivo nadie firma, todos podemos opinar y somos todos iguales. No importa el nombre y apellido. Una frase que usamos mucho es el “Fuimos todos”.

Tanto los Triángulo Dorado como la galería tienen proyectos para este año que se basan principalmente en continuar mostrando su arte a todo el público posible, muchas veces sin esperar nada a cambio más que la gratificación de quien lo disfruta. Federico concluye: “Cuando pintamos en la calle nadie nos paga es por la satisfacción de hacerlo y no recibir nada a cambio. Hemos pintado en villas que es una re experiencia y que nos llena a nosotros. Cuando pintamos al final del día uno siempre se va contento”.

Hoolywood In Cambodia queda en Thames 1885, 1er piso, C.A.B.A. y está abierta de martes a domingo de 17 a 21hs.
http://www.hollywoodincambodia.com.ar/