Reseña de un libro chiquito, pero de contenido enorme. Historias narradas con una belleza digna de la poesía. Amores que mutan.

Cuando viajamos en subte y nos topamos con un grupo de chicos que piden monedas y una madre con su hijo al lado que les dedica una mirada con asco en lugar de ternura. Cuando vamos a tomar el colectivo y entendemos que el arte de esperarlos es la misma dinámica que la de un enamorado. Cuando la cortina de los párpados tiene un recuerdo impreso cuya imagen aparece en cada dormir. Cuando empezás a ver con otros ojos a tu mejor amiga. Cuando te animás, te jugás, te rompen el corazón, o rompés otros corazones. Somos microalmas que estamos en todas partes, buscando la forma de manifestarse. Bajo ese concepto, Juan Solá construye pequeñas historias para moldear a una sola: la de Augusto y Manuel, cuyo amor empieza, pero no necesariamente termina, sino que muta y circula.


Como la energía.
El amor como energía.

Cada texto está narrado con una poética sencillez que hace que este libro sea un recorrido dentro de nosotros mismos, desde que la semilla del amor germina, hasta que crece y florece. Editado por la independiente Árbol Gordo (2016), su tamaño es chico -tanto que entra en el bolsillo- pero el contenido de sus reflexiones es enorme. Tanto como las microalmas que describe.