En Bluefields, la pobreza alcanza al 95 por ciento de la población y a solo dos cuadras del centro se entra en el circuito de la droga. Paisaje de una perla que se hundió en el Caribe.

Por Bruno Sgarzini

Caminar por el centro de esta barriada de Bluefields, Nicaragua, es una seguidilla de manos que se van hacia la cintura y ojos inyectados de sangre por alguna que otra droga, que atraviesan paredes e hímenes. En este barrio afroamericano predominan los muchachos que caminan encorvados con bermudas y remeras anchas que hablan en ingles criollo, como si estuvieran en un tema de Bob Marley permanente. Siempre con una mano en el bolsillo y otra en libertad que hace alharaca en lenguaje rapero. A veces, alternan otros que recorren las pasarelas con la cadera hacia adelante, la cabeza hacia atrás, como si fueran dueños de todo a su alrededor.

Los pasillos entre casas de chapa y concreto se suceden de uno a otro, al igual que los charcos negros que rodean las veredas y los muchachos que van y vienen con baldes de agua para satisfacer una de las necesidades básicas de cualquier ser humano. Estos a su vez tienen retenes con muchachos, que van desde menores hasta mayores sin escrúpulos, a la espera de que alguien se abastezca de las distintas medicinas alternativas que proveen.

A pesar de tener seis etnias (mestiza, miskitos, sumos, ramas, garífunas y la afroamericana), en esta zona existe una predominación de Obamas, Lebrons James y Mukenios que nacieron en una región que es la más pobre del segundo país más pobre de Centroamérica después de los nunca ganadores de Quini 6 haitianos. Por eso, habla mucho sobre la cantidad de trabajo que hay en la ciudad el que un lunes por la mañana se escuche el sonido que proviene de las casas como si fuera un sábado a la tarde.

La típica relación joven-narcomenedueo (venta minorista) es la misma que en todos lados del mundo: problemas económicos en casa, disfunción familiar, organización lista a brindar todo lo que se desee. El círculo se amplía si se tiene en cuenta el dato de que, a veces, se pasan drogas gratuitas en las escuelas a través agujeros en la pared, que el alcalde dice que no puede controlar el problema, que la policía está atada de pies a cabezas para actuar por el poder de los supervillanos de la aldea y que seis mil jóvenes de 30 mil personas ingresaron en los programas de rehabilitación de la ciudad.

“Es la segunda plaza de mercado de drogas en Nicaragua. Allí se consume abiertamente en lugares públicos sin ningún problema. A veces la policía pasa a la par de donde están los consumidores y tiene que bajar la cabeza porque si les dice algo lo pueden hasta matar. Se estima que el 100 por ciento de los delitos están relacionados al comercio de estupefacientes», sintetiza Roberto Orozco, experto en temas de Seguridad Ciudadana y Crimen Organizado del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), también autor de un informe sobre esta situación

Además, Orozco afirma: «El jefe de la fuerza, el comisionado Manuel Zambrana, dijo que no poseen ya capacidad para combatir el narcotráfico en la ciudad. Es una declaración institucional. La situación se ha complicado al extremo porque el narcotráfico ha logrado penetrar el tejido social lo que genera enormes riquezas”.

Es por eso que Bluefields es un lugar que tiene el fuego tan cerca que el humo tapa todo, ya que solo hay que correrse dos cuadras del centro para ingresar en un lugar no apto para pacientes cardiacos. La presencia y el olor de las diferencias sociales entre el negro de musculosa blanca que fue a buscar agua al río y su tocayo que escucha un reggae en su super mega cromada 4×4 se sienten a tulipán de epidermis. Y con un 63 por ciento de pobreza extrema, un tercio de pobres y un 4 por ciento de no pobres, esto se ve de la misma manera que un chino se distingue entre un montón de occidentales.

Aparte este ex enclave colonial de Gran Bretaña, años después nacionalizado nicaragüense y foco de una resistencia al sandinismo, posee como ingreso solo la pesca mar o río adentro y el dinero que proviene de su puerto, el Bluf, y de las remesas que vienen del exterior. Como desventaja también solo puede recibir los alimentos y productos que vienen de afuera por via marítima ya que Blufields no está conectada al resto de Nicaragua por ruta. Así que todo cuesta más caro que en el resto del país.

De esta manera, los bluefileños están a la expectativa de agarrar una gorra imaginaria que vuela por los aires entremedio de un círculo de matones. Va de un lado para el otro y nadie parece poder saltar lo suficiente para recuperarla. La opción de que alguien más fuerte, más poderoso, más público venga y les dé una mano es casi imposible. Recobrar la gorra a través de la negociación es más fácil y realista, así como la manera de unirse al mismo conglomerado de buenos muchachos.

Foto: travelpod.co.uk


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