Uno de los barrios más pintorescos y atractivos de Buenos Aires devela su magnitud en este recorrido. ¿Qué lugares esconde?

Por María Soledad Goyanes
@MSolGoyanes

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La magnitud del Puente Nicolás Avellenada da la bienvenida a un barrio de calles pequeñas y empedradas que, al ritmo del 2×4 y un sinfín de colores, genera la sensación de estar en un cuento que uno desearía que no llegue a su fin.

Tras una mañana de lluvia, el sol de tarde resalta esos colores característicos. Empieza el recorrido. En la intersección de Iberlucea y Pedro de Mendoza, se descubre el bar La Perla. Con vista al Riachuelo, fue fundado alrededor del 1900 como una casa de citas. Hoy es considerado uno de los bares porteños más notables.

Otro atractivo, siguiendo por Iberlucea antes de llegar a La Bombonera, es el Museo de Cera, donde figuras de tamaño real recrean diferentes escenas representativas de los inicios de Buenos Aires, como el candombe y la pelea de gallos. Se trata de una construcción típica de comienzos del siglo pasado; una de las primeras edificaciones de material, de estilo renacentista que fue casa de familia,y ni más ni menos que Comité Socialista, del cual formó parte Alfredo Palacios.

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Por su parte, la calle Pedro de Mendoza también reúne la calidez de este barrio lleno de historia. Allí hay, por ejemplo, un conventillo del año 1881, convertido en el Centro Cultural de los Artistas. De estructura conservada y colores vivos, es un híbrido de tiendas de souvenires y principalmente -como bien señala su nombre- arte, con murales y música de bandoneón.

Sin lugar a dudas, el recorrido no tiene sentido sin transitar lo que primero viene a la mente cuando pensamos en La Boca: Caminito. Un tango de los más famosos y pegadizos lleva su nombre; pero esta vez suena en el aire Garganta con Arena, y se filma un comercial para una línea aérea.

La preferida para las fotos, junto a la Calle Garibaldi, conserva la fachada de sus orígenes. Avanzar entre edificaciones con techos de chapa y colores intensos y variados convierte en mágico al paseo. Tiene ese no se qué, entre lo nostálgico de un día otoñal, y lo pintoresco de una tarde de verano.

Las sensaciones son variadas. El tiempo no pasa. Y es vivir los comienzos de nuestra ciudad y tener ganas de volver; eso define a La Boca. Un verdadero museo en sí.

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Fotos: María Soledad Goyanes