En la 37ª Feria del Libro, las grandes editoriales le dejan un pequeño espacio a las nuevas propuestas y a los artistas provocativos. Una mirada distinta sobre el festival cultural.

Por María Luján Torralba

“Lector agreste, si te adornara la virtud del pájaro y si desde tus alturas hubieses tendido una mirada gorrionesca sobre la ciudad, bien sé yo que tu pecho se habría dilatado según la mecánica del orgullo, ante la visión que a tus ojos de porteño leal se hubiera ofrecido en aquel instante”.
Adán Buenosyares, de Leopoldo Marechal

La Feria del Libro es, definitivamente, uno de los eventos culturales más importante del año. Las grandes editoriales, los medios más importantes del país, las instituciones estatales y los escritores e intelectuales más reconocidos se juntan en un solo lugar para difundir, vender e intercambiar ideas y obras. Por lo tanto, la Feria representa una parte de la cultura, principalmente aquella que dispone de medios económicos para pagar su espacio allí. Sin embargo, dentro de este festival de grandes empresas, existen los rincones para los proyectos un poco más humildes, propuestas más osadas y artistas nuevos.

Ni bien entrar al predio de La Rural, la gente es recibida por los espacios de Clarín, La Nación, el trailer que hace el nuevo DNI, la cabina de Radio Nacional, entre otros. Aquellas personas que hicieron la cola de más de tres cuadras para ingresar, pagarán una entrada de 15 o 20 pesos, según el día, que los habilita a recorrer los stands, ver las exposiciones de arte y escuchar las charlas, porque cualquier ejemplar que quieran adquirir tendrá que ser pagado casi al mismo precio que es vendido en cualquier librería. Como las editoriales no tienen intermediarios entre ellos y el público, y dado que es una feria, los libros podrían estar a precios más accesibles. Quienes busquen ofertas tendrán que bucear en las mesas de saldos que algunos stands tienen con revistas y ediciones de no muy buena calidad.

Sin embargo, este año los lectores que busquen novedades y exquisiteces de las letras tienen más opciones que las nuevas ediciones de clásicos y best sellers. En el Stand 2410 del Pabellón Amarillo, se encuentra el rincón de las editoriales independientes Tinta Limón, Eterna Cadencia, Libraria, La Bestia Equilátera, Caja Negra, Cactus, Bajo la lupa y La Cebra. Patafísica, epitomes, recetas, instrumentos y lecciones de aparato de Alfred Jarry, René Daumal, Julien Torma, Alternativas de los poshumano de Oscar del Barco, Gac, pensamientos, prácticas y acciones de Grupo de Arte Callejero, Bienvenidos a la selva del Colectivo Situaciones, El Mármol de Cesar Aria y Los Encubridores de Muriel Spark son algunos de los títulos que rompen con la línea que mantienen la mayoría de los stands.

Para los amantes de las revistas, hay algo más que comics, que, sin desmerecerlos, copan el sector de magazines. En el Stand 2544, organizado por la Red Nacional de Revistas Culturales, se exhiben ejemplares de La vaca-MU, La Pulseada, NAN, Lilith, THC, El Amante, Barcelona, Artexto, entre otras.

Si bien en la Feria se crean espacios para el debate político, la reflexión de ideas y la discusión de temas que van desde cuestiones de género hasta recetas de cocina, hay quienes no creen encontrar allí un espacio para una contracultura. Entonces, enfrente a La Rural, se está llevando acabo la F.L.I.A. (Feria del Libro Independiente y Alternativa) con el objeto de mostrar otra forma de difundirse como autores y editores, de mostrar a escritores y artistas que eligieron el camino de la autogestión para distribuir sus obras.