En el barrio de Barracas, el artista plástico, Marino Santa María, convirtió a partir de su creatividad urbana una calle en una muestra permanente de arte al aire libre.
Por Silvina Idiart

El término “Lanín” proviene de un vocablo mapuche que significa la roca muerta, también es el nombre de un volcán que se encuentra en el límite entre Argentina y Chile. Pero, en el barrio de Barracas, se denomina así a una calle de tres cuadras que se extiende desde avenida Suárez hasta Brandsen. En el número 33, nació el artista plástico contemporáneo Marino Santa María, un maestro de actividades plásticas y profesor de pintura.
En el 2001, luego de haber convencido a sus vecinos y haber trabajado durante dos años acondicionando los frentes de las casas de Lanín de manera gratuita, Santa María inauguró una muestra permanente de arte al aire libre. Apoyado por gran parte del vecindario, transformó con su paleta y sus pinceles los trescientos metros de largo que se extienden a la imaginación de todos los que pasan por allí. La nueva estética modificó la calidad de vida de sus habitantes que viven entre tonos verdes, rojos, azules y amarillos, además de disfrutar de veredas nuevas, canteros de árboles, cordones sanos y mayor iluminación en la vía pública.
La idea de lograr la participación entre la gente, la obra y la ciudad que movilizó al artista provocó cambios en la cuadra que traspasaron los límites del arte. Para abrir nuevas posibilidades de integración se llevó a cabo el festejo de “Los ñoquis del 29 de la calle Lanín”. Amasados por las vecinas, fueron compartidos sobre improvisadas mesas formadas con caballetes y tableros del artista.
En otras oportunidades, la revista Cuisine & Vins los volvió a convocar para compartir una choriceada, y tiempo después el restaurante “Filo” los reunió en torno de sus bruschettas.
Después de seis años, al tener que repintar los frentes porque el sol va quemando los colores, comenzó a desarrollar en el mismo escenario un nuevo proyecto. La combinación de las pinceladas con mosaicos venecianos, cerámicas y azulejos que agregan brillo y color permanente a las cuarenta fachadas.
Al recorrer los adoquines de Lanín, se puede experimentar el caminar entre obras de arte. Solamente el ruido del tren que corre paralelamente al paseo puede distraer la mirada del peatón. En el paredón del ferrocarril Roca, fueron expuestas enmarcadas en antiguos marcos dorados, obras digitalizadas en vinilo. Marta Minujin, Nicolás García Uriburu, Rogelio Polesello y Clorindo Testa fueron en aquella ocasión los invitados del maestro, para aportar vida a esos ladrillos.
Este rincón porteño ha sido escenario de varios programas televisivos, de videos musicales y de publicidades. Fue declarado de interés cultural por la Legislatura, y turístico por la Secretaría de Turismo y Deporte de la Nación, pero no es fomentado para ser visitado por la falta de comercios.
El arte moviliza y transforma. Marino Santa María es un ejemplo de cómo la voluntad y las ganas de manifestarse pueden cambiar el estilo de vida de todo un barrio. Cada pared del Pasaje Lanín es una delicia para la vista y para el alma.







