El documental «Ríos de hombres», que compite en la categoría Derechos Humanos del BAFICI, plantea la relación entre el hombre y el agua con una mirada ácida y reflexiva.
Por Luján Torralba
El hombre tiene una relación con el agua desde antes de ser hombre, en el vientre materno, en su naturaleza más primitiva, cuando todavía no percibe las cosas y el agua es parte de uno mismo y parte del cosmos. En ese momento, desde una mirada foucaultiana, el hombre es un ser sin instancias productoras de subjetividad, sin un poder creador de verdad que intervenga entre él y las cosas. El poder no es sólo el gobierno, sino todos los poderes que se ejercen en la esfera social. El poder construye y funciona a partir de otros poderes, son múltiples relaciones de autoridad instaladas a distintos niveles. No está dividido entre quienes lo tienen y quienes lo sufren. Entonces es así que el hombre y el agua están intervenidos por relaciones de poder que rompen su relación natural.
Ríos de hombres cuestiona la dependencia del hombre y el agua, por ejemplo, plantea si el agua es un derecho del ser humano, quiénes son los verdaderos dueños del agua y quién debe administrarla. El documental de Tin Dirdamal narrado en primera persona arriba esta cuestión a partir de la Guerra del Agua sucedida en Bolivia en el año 2000. El film transita el cambio de perspectiva del director, ya que comienza planteando que su idea inicial era hacer la película con la intención de formar parte del movimiento que ganó la guerra. Sin embargo, a lo largo de la investigación descubre puntos oscuros y contradicciones que lo llevan a virar su mirada. Finalmente, llega a una conclusión muy distinta a su teoría original, más pesimista y desencantada.
La película pone el foco en cuatro historias de diferentes protagonistas de la guerra: la madre de Victor Daza, el joven asesinado durante la represión, un campesino que cosecha flores, un joven de la calle que, como tantos otros, fue héroe en la batalla y un gendarme que estuvo a cargo de la milicia en el momento del conflicto.
La Guerra del Agua ocurrió en Cochabamba en enero y febrero del año 2000. El conflicto en cuestión fue que el gobierno de Hugo Banzer había llamado a licitación a las empresas privadas para el suministro del agua potable. Aguas de Tunari, mayoritariamente de capital extranjero, recibió la concesión del Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado. Debido al gran aumento en las tarifas del agua y al incumplimiento de las promesas de la empresa, el pueblo boliviano, tanto campesinos, vecinos de Cochabamba y gente en situación de calle, se congregó en la plaza de la ciudad para exigir que se pusiera fin a la privatización del sistema público de agua al grito de “el agua es nuestra”. El Gobierno reprimió las protestas y declaró el Estado de Sitio. Estos enfrentamientos tuvieron como resultados muchos heridos y un muerto. Tras la presión del pueblo boliviano, Aguas del Tunari canceló su contrato con el Gobierno.
Tin Dirdamal, luego de vivir los últimos siete años en Bolivia, descubre que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos ya que la situación actual del agua en el país continúa sin resolverse. El explica que si bien las manos privadas de Aguas del Tunari disponía a su gusto de un recurso natural, actualmente continúa en manos de unos pocos debido a que por la escasez del agua muchos sectores de la región deben comprar turriles a particulares que los venden por las casas como si fueran repartidores de soda. Además, fundamenta que los campesinos a lo largo de la historia hicieron uso y abuso de los pozos para cosechar, de manera que a raíz de todo este sistema individualista de administración de agua, hoy en día, Cochabamba dejó de ser aquella “planicie del lago” que le dio el nombre a la ciudad. Entonces, Tin entiende que la incapacidad humana está inherente en el hombre y que es lo mismo quien esté en el poder porque todos los seres humanos son iguales.
El director se anima a profetizar que la Guerra del Agua de Cochabamba fue la primera de este siglo pero no será la única ya que según un informe de las Naciones Unidas de 2009 se estima que para el año 2015 el 47 por ciento de la población mundial vivirá en zonas áridas y para 2030 unos 700 millones de personas podrían dejar sus lugares de origen por la escasez de agua y falta de saneamiento básico.
Contrariamente a las ideas de Tin Dirdamal, el año pasado, el presidente de Bolivia, Evo Morales, propulsó en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) una resolución que reconoce al agua potable y al saneamiento básico como derechos humanos universales que luego fue aprobada. Si bien aún no se han resuelto los problemas de este país, debido a que, según un informe del Gobierno, el 63 por ciento de la población tiene acceso al agua potable pero solamente menos del 1 por ciento del área rural disfruta de ese beneficio, en las últimas semanas, el mandatario lanzó el programa “Mi agua” que destina 100 millones de dólares para ejecutar proyectos de agua potable y riego en 327 de los 337 municipios del país. Por el momento, 315 municipios presentaron proyectos para acceder a los recursos destinados a garantizar agua para riego, principalmente a través de atajados, represas y preservación de humedales. El gobierno boliviano justifica escasez con las sequías y el derretimiento de los glaciares.
De los campesinos, de las empresas, de los municipios, de los pueblos originarios, de los vecinos, del gobierno, de nadie. El agua es del mundo y los humanos sólo la toman prestada aunque sea declarado un derecho universal.
Título: Ríos de hombres
Director: Tin Dirdamal
Año: 2011
Sección: Panorama / La tierra tiembla / Competencia Derechos Humanos
Lugar: Hoyts Abasto
Fecha: 14 de abril a las 22hs