Desde Venezuela, la crónica de un barrio caraqueño y una crítica a la corrupción que aún merondea en varios niveles políticos del país latinoamericano.

Por Bruno Sgarzini

En el barrio de Antimano, Caracaras, donde vive Flanklin, desde hace una semana que no hay agua. Los vecinos saben que él no es culpable, pero sí que tiene que encontrar una solución ya que es uno de los principales representantes de una agrupación de base que responde al chavismo. Como se dice en la jerga, cuando uno es “gobierno”, el peso de todos los problemas, incluso los personales, recaen en el líder – Hugo Chávez, en este caso- y después en su referente en la tierra cuando el primero no puede ser contactado por Twitter o Facebook.

Siempre es así. Los fieles tocan la puerta de quién todo lo puede, éste telefonea a la persona que es responsable del tema -es decir, el culpable del inconveniente en casi todas las oportunidades- y así circula la ruleta hasta que por fin aparece el más idóneo y capaz, una especie de Marty McFly que toca rock en los ‘50, a la altura de las circunstancias. Eso es, en parte, lo que ya sucedió con Chávez.

Mientras tanto, Flanklin deambula por las afueras del despacho de ese ex compañero estudiantil que se bancó junto a él que murieran 50 personas cuando reclamaban por el boleto estudiantil y que la represión policial y política los hiciera adecuarse al contexto de “si protestas, yo te disparo”. Así camina sin rumbo a la espera de que un ministro un día le responda “pase, hoy es su día”, en vez de esa línea histórica llamada “venga mañana” por la que pasan revueltas, magnicidios y nacimientos, menos esa cita.

Y entonces el puntero que alguna vez salió con artefactos contundentes a rodear el palacio presidencial venezolano de Miraflores, cuando Chávez estaba a punto de ser ajusticiado por la gracia divina de “en Dios creemos”, vuelve cabizbajo para el barrio sin ninguna respuesta y sin suministro de agua. Él, que durante el Caracazo -el 2001 venezolano que dejó entre 3 mil y 10 muertos por la represión, según quién cuente- salió a las calles a discutir el plan de ajuste del entonces presidente Andrés Pérez, a veces siente que “el chavismo es como esa novia que vive del otro lado de la ciudad y que uno siempre sigue yendo a ver, a pesar de que sea arrecha esa vara”.

Nadie está exento del mal que para la militancia de la “revolución bolivariana” corroe al movimiento. La política rentista del “yo no hago nada a menos que el comandante me lo ordene”. Para Flanklin, esto llega al extremo de que cuando el Presidente rockero (no es una metáfora, hace falta ir a un acto suyo para darse cuenta de lo que genera) da un discurso en equis lugar, su alcalde o referente limpia y arregla todo como si un ejecutivo fuera a su casa a tomarle una entrevista de trabajo. Sucede también que, a veces, la estrella cambia unilateralmente el recorrido del tour y cae en un cráter en el medio de la calle que casi le hace perder la parte trasera de su auto.

Pero el tema central que atraviesa la política venezolana, y en esto no hay distinción de raza ni religión entre los chavistas y los opositores, es que la gestión hace agua por la incapacidad o comodidad de los funcionarios responsables del área de turno en algunas ocasiones. Claro que los segundos lo hacen de una forma más despiadada y enfocan sus dardos en uno de los referentes de la izquierda mundial de este siglo. Todo es culpa de él. El conteiner de ayuda a Haití se echó a perder por su culpa, el Ministro de Viviendas no hizo más de 400 mil casas porque no tomó la vitina necesaria (hay un déficit habitacional de 2 millones), los desastres de la niña son el resultado de una política dictatorial destinada a no dialogar con San Pedro, etc. En cambio, en el otro lado, utilizan a los consejos comunales o a las comunas socialistas como una herramienta para contrarrestar este vicio. Cosa seria en el quinto exportador del líquido opaco que no levanta discusiones civilizadas cuando está en las manos adecuadas.

La historia de Flanklin es una entre tantas que refleja una sensación creciente en los que luchan en la primera línea política y los que la sufren en carne propia. Necesitan de una organización horizontal que elimine a los intermediarios. Una figura que los dote de mecanismos en los que puedan elegir a los representantes que, por ejemplo, elijan que microproyectos productivos de los vecinos son viables y cuáles no, y les de espacio para definir las cuestiones más importantes que atienden a su lugar de residencia.

Para simplificar: Lo que necesitan es puntear a los intermediarios para combatir con resultados a la corrupción que existe en el país, la más grande de América Latina para Transparencia Internacional, Pero, como los políticos son reflejos de la sociedad, tampoco los consejos comunales son una historia color de rosa sino que también se perfeccionan a medida que avanzan los años. Es que, según Flanklin, “la historia venezolana es cíclica, cada cincuenta años una clase política se come a otra, ahora le toca el turno a la rentista” y en eso están.

Consejos Comunales

Son parte del llamado Poder Popular destinado a organizar “un nuevo Estado socialista desde los cimientos”. Están conformados por entre 150 y 400 familias en areas urbanas, entre 10 y 20 familias en las zonas rurales y por 10 en comunidades indígenas. Cada Consejo establece a partir de su conformación su propias reglas y desde ese momento elige los vocales encargados de aplicar lo decidido durantete las asambleas.

También se forma parte de la Unidad Ejecutiva, Financiera y también la Contraloría, encargada de supervisar el desempeño del resto. Además, en asamblea se asignan los vocales de las distintas comisiones de salud, vivienda, educación y de seguridad, entre otras, a cargo de tratar temas específicos y elaborar proyectos que después serán tratados durante las sesiones del Consejo. Otra de las tareas de organización es asignar recursos económicos a los microproyectos productivos propuestos por los vecinos del barrio. Este dinero sale del Banco Comunal, financiado por el Estado Nacional, que sólo realiza la parte administrativa que se haya decidido en votación, además de fomentar el desarrollo de fomentar cooperativas, entre otras funciones.

En algunas zonas la experiencia a pasado de barrio a ciudades comunales. Este es el caso de Bolivar en donde el frente Campesino Enrique Zambrano lleva adelante este experiencia, única en el mundo, según esta agrupación. Bajo este sistema , ahora, por ejemplo, los obreros alquilan las maquinas de construcción y trabajan por horarios en la creación de una nueva ruta de acceso a la zona.

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