La actriz, dramaturga y directora revela los secretos de su mundo teatral. Atrevida y filosa, sobresale con su mirada crítica y conmovedora en su obra Trabajo para lobos
Por Tamara Montenegro
“Vos necesitás que (Ricardo) Bartís te pegue unos gritos y que (José María) Muscari te ponga en bolas en el escenario”, le sugirió la actriz Tatiana Saphir a Maruja Bustamante. En esa época, Maruja tomaba clases de actuación con Helena Tritek -lo hacía desde los 17 años- a quien considera una de sus grandes maestras. Maruja dejó las clases con Tritek y siguió los consejos de su colega: se formó en el Sportivo Teatral con Ricardo Bartís y actuó en la obra Cacht, dirigida por Muscari. Esos fueron los comienzos de una artista que, desde 2002 hasta hoy, ha participado en más de treinta espectáculos intercambiando los roles: actriz, dramaturga y directora.
Maruja actuó en cine, en televisión y dirigió capítulos de Plan V, la primera serie lésbica argentina de Internet. Y ahora también pinta. En el pasillo de su casa del barrio de Almagro hay una serie de cuadros cuyas figuras son manchas coloridas que expresan mucha luz. Tienen una ingenuidad infantil que se encuentra en Maruja cuando habla en una entrevista (o en el simpático personaje de Barbi, la empleada del supermercado que hacía en la tira Un año para recordar) pero que no se ve en sus obras de teatro. “Mi mamá me dice: ‘Hacé algo divertido ¡Sos tan simpática!’ Cada vez que empiezo a escribir intento hacer comedias pero después no me salen. Lo juro”, dice la directora.
En Trabajo para Lobos, su última obra que puede verse todos los viernes a las 23.15 horas en El Portón de Sánchez, tres hermanos se juntan en la casa familiar, una cabaña junto al lago Gutiérrez en Bariloche, para llevar a cabo la última voluntad de su padre que está en estado vegetativo: practicarle la eutanasia. La madre, una mujer excéntrica y adicta a los psicofármacos, apura la acción. Trata de convencer a sus hijos de que tienen que desconectar al padre cuanto antes. Pero el encuentro entre estos tres jóvenes afloró recuerdos, anécdotas, reproches y todo lo vinculado a las relaciones entre hermanos que, por distintas razones, no se ven muy seguido. Las actuaciones de los tres actores, Diego Benedetto, Emiliano Figueredo y Sebastián Mogordoy son impecables y el vínculo entre ellos está muy bien logrado. Ante tal apreciación, compartida por varias críticas, Maruja explica: “En esta obra me preocupé mucho por el trabajo actoral. Una vez hicimos un pic-nic en el campo con los actores para que se conocieran fuera de los ensayos. El tema que tocamos en la obra es muy fuerte y me interesaba que las actuaciones estén totalmente modificadas, por eso el proceso fue mucho más duro para los actores que para la actriz (Constanza Nacarato). Los tres sufrieron crisis, a alguno le duró más que a otro, pero todos los movilizó el contenido de la obra”.
En la obra el peligro está latente, algo está por estallar en cualquier momento. La atmósfera de suspenso es acompañada por la percusión electrónica de Andy Menutti y un trabajo de luces que hace que, por momentos, la obra pareciera una película de David Lynch. El público acompaña expectante cada una de las situaciones y, si bien hay risas, se genera un clima de tensión que no cesa hasta el final. “Hay gente que sale llorando. Yo al principio quería que fuera así pero cuando veo que la gente se va angustiada no me cae muy bien. Es muy fuerte la situación parricida del final (¡Ojo que no se está adelantando nada!) de hecho yo me desmayé en un ensayo y tuvimos que llamar al SAME. Lo que les digo a los espectadores es que traigan a sus madres a ver la obra y que cuando termine las abracen y les digan que las quieren mucho”, cuenta.
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Maruja Bustamante: Sí, fue pura coincidencia. Yo empecé a escribir la obra en el 2008 en base a lo que me había contado una conocida sobre un caso de una mujer que pidió a la familia que le hicieran eutanasia en caso de quedar mal después de una operación. Me quedó resonando el tema y empecé a escribir algo que transcurría en Bariloche, en la cabaña de una familia conocida mía.
RD: En teatro se te conoce más como directora que como actriz ¿No pensaste en escribir un personaje para vos?
MB: Estoy escribiendo una obra que se llama Dios tenía algo guardado para nosotros, una comedia romántica, espero que esta vez me salga, donde hay tres personajes y el de la chica lo voy a actuar yo. Admiro a esos autores que escriben personajes para ellos mismos, a mí me cuesta mucho porque creo que me salen un montón de prejuicios. Lo que estoy haciendo como juego es pensar que ese personaje lo va a hacer Vanesa Maja. Aunque no sé, quizás lo termine actuando Vanesa.
RD: ¿Qué pensás acerca de que cada vez más surjan nuevos jóvenes dramaturgos?
MB: Me encanta. En los talleres (de dramaturgia) que doy veo como mis alumnos escriben sin ningún tipo de prejuicios. Algunos descubren nuevos estilos y ni se dan cuenta que lo están haciendo. Tengo un alumno que está escribiendo sobre computadoras que hablan y otra está haciendo una adaptación de Antígona, son muy distintos y eclécticos, como las obras que hay en la cartelera de la ciudad de Buenos Aires. Creo que esa libertad con la que escriben se debe a que cambió mucho la mirada crítica de los que hoy tenemos treinta, no somos tan duros como lo que tenían 30 cuando yo tenía 18. Con Gael Policano Rossi, un gran compañero artístico, estamos escribiendo una serie de obras de superhéroes que se llama La Leyenda de Lischi y está dirigido a niños y adolescentes, aunque también pueden venir adultos. Me parece que los pibes tienen que ver teatro desde muy chicos para que se incentiven y se les despierte la imaginación y las ganas de escribir obras.
Trabajo para lobos
Todos los viernes a las 23.15 hs., en El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034. Informes y reservas: 4863-2848. Entrada: $ 50