Que el mundo me conozca de Alfred Hayes, editada recientemente por La Bestia Equilátera, es una joyita rescatada para que el lector se deleite con un relato apasionado

Por María Luján Torralba
@lujitorralba

Además, afuera, adonde apuntaban mis insatisfacciones, afuera no había nada. Yo había salido un poco afuera y no había nada. Todo era un poco más frio, un poco más solitario: al menos aquí, juntos, incluso infelizmente juntos, había una apariencia de calidez, una especie de luz, algún tipo de hogar.”

Cuando la felicidad es un hielo que se derrite en un vaso de whisky y la realidad no es más que una ficción entre todas las ficciones, la vida y la muerte son dados que se chocan dentro de un cubilete. Ella, una aspirante a actriz quien había “pasado mucho tiempo en una especie de oscuridad sentimental” y él, un escritor quien creía que “la soledad era su única obsesión verdadera” se cruzaron una noche en una fiesta desbordada de superficialidades, snobismo y artificios. Un evento tan casual, como la intención de él de salvarle la vida cuando ella intenta sumergirse en el mar, es el comienzo de una relación perturbadora y densa que llevará a los protagonistas a disfrazarse de sus peores demonios.

Que el mundo me conozca de Alfred Hayes, editada originalmente en 1958, es una historia donde la desperanza y la pesadumbre unen a sus protagonistas con un vínculo tan necesario como egoísta. La historia, situada en Hollywood, puede tener puntos en común con la obra cinematográfica El camino de los sueños de David Lynch, donde la protagonista guiada por su deseo de pertenecer a aquel “mundo prometido” se involucra en un peligroso juego psicológico donde la muerte es una sombra constante. La turbia relación de amor entre el guionista y la joven tiene sus picos emotivos y por momentos parece salir de las tinieblas para ver una luz que pronto se mezcla con las luces de Mulhollan Drive.

Uno de los capítulos que tal vez mejor puede sintetizar la relación de los personajes, es el 20, donde la pareja asiste a una corrida de toros en Tijuana. El toro, ella, vulnerable a la vista de todos, lucha herido desangrándose de a poco. A nadie le importa, es como un mito, un toro más en la arena caliente. Él, por momentos, es como un espectador que se conmueve con su dolor e intenta modificar el destino. En otros, es el torero, que a sangre fría no puede escapar del rol que le tocó interpretar.

El autor, escritor y guionista, nació en Inglaterra pero estudió y se desarrolló profesionalmente en Estados Unidos. Colaboró con directores de la escuela neorrealista italiana como Rossellini y De Sica y fue nominado dos veces a los premios Oscar.

Que el mundo me conozca reeditada recientemente por La Bestia Equilátera es una nouvelle estructurada como las escenas de un film que bien podría haber sido personificada por Ingrid Bergman y Frank Sinatra. El relato, sugiere una lectura acompañada constantemente por las notas del saxofón de un clásico jazz, con imágenes en blanco y negro. Esta exquisita pieza que atrapa al lector gracias a la traducción de Martín Schifino, seduce y envuelve como todo amor turbulento.

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