Desde hace tres décadas, gobierna la misma persona en el país africano. Antes que él, se sucedieron años de guerra por la independencia. Y, más atrás aún, una extensa ocupación directa por parte de Europa. ¿Hacía falta la visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para que nos diéramos cuenta?
Por Agustina Ordoqui
@agusinha

Angola. País de 19 millones de habitantes. Producto Bruto Interno: 99 mil millones de dólares. Principal actividad económica: petróleo. La segunda, diamantes y otras piedras preciosas. Ingreso per cápita de US$ 5.900. Pobreza: sí, mucha, el 40 por ciento para ser exactos.
El país, ubicado en la parte occidental de África, tiene una vida de miseria de por sí. Mientras que una minoría se queda con las ganancias obtenidas de la industria petrolera, una mayoría muere de hambre por la falta de trabajo y la escasez de alimentos producidos en la tierra natal. Uno de cada cinco niños fallece antes de superar los 4 años y millones viven con menos de dos dólares al día. Panorama desalentador.
El drama de Angola empieza durante la colonia portuguesa. Un drenaje constante de recursos y de dineros. En 1975, en medio de luchas tribales y multirraciales, Portugal concede la ansiada independencia. Pero tres movimientos pelean por el poder: el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). La tragedia continúa.
El MPLA se hizo con el gobierno de la mano de José Eduardo Dos Santos. Las otras dos corrientes no dieron tregua y, hasta 2002, una cruenta guerra civil aniquiló a miles de personas. La paz tardó años en llegar, y aun sí no se puede hablar de democracia en Angola. Dos Santos fue proclamado presidente en 1991 en unas elecciones irregulares. Y ahí se quedó hasta hoy.
A este país, gobernado por un “petrodictador”, como gusta decirle a algunos, llegó la presidenta argentina Cristina Fernández el pasado jueves 17 de mayo. Su comitiva fue cargada de empresarios ávidos de negocios cuya intención es poder exportar a Angola. ¿Es correcto que un Estado democrático tenga intercambios comerciales con otro que dista de serlo? ¿Es esto bueno para Argentina? La respuesta es compleja, pero como reza el hollywoodense refrán, business are business.
Foto: UMCOR
Datos estadísticos: The CIA Factbook y Naciones Unidas

