La obra de teatro de Christian Lange, La última pieza, está inspirada en Klaus y Erika, dos hermanos que deben cargar con la presión de ser hijos del célebre escritor Thomas Mann
Por Agustina Ordoqui
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Todo transcurre en Cannes, 1949. Solo dos personas en escena. Klaus, escritor, entregado a la literatura, pero con un fantasma que lo ronda en los pensamientos. Erika, también escritora, de a ratos actriz, lidia con el mismo peso.
Los dos son hijos de Thomas Mann, el célebre ensayista alemán y ganador del Premio Nobel que cosechó tantos logros que se volvió un modelo imposible de imitar. Verdad o consecuencia, ni Klaus ni Erika pueden soportar esa carga.
Ese es el drama de la familia, emblema de la alta burguesía centroeuropea, el modus vivandi de La última pieza, obra escrita por Christian Lange y dirigida por Flavia Vitale y que está actualmente en cartelera en el Teatro Corrientes Azul.
“Es un drama universal. El amor y sus imposibilidades, el deseo no consumado, la contradicción entre disciplina y desenfreno, el padre como amado y temido”, puntualiza Lange.
El autor señala que eligió mostrar a Klaus y Erika, dos de los seis hijos que tuvo con Mann con su esposa Katia “por ser los dos más unidos entre sí, al punto de ser llamados gemelos sin serlo, por ser ambos escritores y por profesarse un amor/devoción de imposible clasificación”.
“También porque representan los hijos de la Primera Guerra Mundial, que vivieron su juventud atravesando la Segunda Guerra Mundial y la posguerra y respiraron y crearon un clima cultural muy particular. Hablar de ellos permite hablar del amor, la transgresión, el deseo, la represión y muchos temas universales”, agrega.
Klaus y Erika Mann vivieron a la sombra de su padre. ¿Cómo los marcó? “Con el deseo de ser otro y la imposibilidad de hacerlo sin romper con la propia tradición. Entonces, se genera una tensión entre dos opciones: ‘matar al padre’ o morir”, afirma Lange.
La puesta en escena es sencilla. Lo justo y necesaria. A cargo de Vitale, los elementos son sutiles y, a su vez, profundos, como detalla la directora. “A la hora de diseñar el espacio, me basé en el concepto platónico de los dos mundos, buscando la manera de remitir a una habitación de hotel, sin definir ni época ni estilo”, explica sobre la piecita de una pensión de Cannes en la que transcurre la obra.
“El juego escénico propuesto tienta al espectador a ser parte y testigo. La obra cautiva, el espectador se siente dentro de un cuento, ingresa y quiere permanecer para espiar el mundo de los Mann”, asegura Vitale. La escenografía se complementa con la música. “Es el personaje extra en esta construcción, potencia cada imagen y es pilar en el armado de la puesta”, sostiene.
El resultado final es un público que se va de la sala impactado por la historia triste, dramática y frustrante, por un lado, esperanzadora y fuente de una intrigante empatía, por el otro. “Los espectadores dicen tener ganas de saber más sobre ellos. Reflexionan sobre la temática y se disparan interesantes debates. Las actuaciones logran emocionar al público por la intensidad de los trabajos”, destaca la directora.
La última pieza está todos los sábados en el Corrientes Azul, a las 23:15 horas, Avenida Corrientes 5965. La entrada cuesta 50 pesos y jubilados y estudiantes abonan $30. Klaus y Erika Mann son interpretados por Mario Alba y Julieta Correa.