Una noche puede arrancar de diez y puede terminar de mil. ¿Cómo? Cena, libros, charlas y un buen vino en una de las librerías más atractivas y más misteriosas de Buenos Aires

Por María Soledad Goyanes
@MSolGoyanes

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Las cenas literarias que se organizan una vez al mes en La Vaca Mariposa reúnen la intimidad de un grupo de amigos: se hacen puertas adentro, con un número reducido de comensales y con la incertidumbre de la dinámica de la noche.

Para la sesión de la que participó Dínamo, el menú sonaba prometedor. Apenas al ingresar al departamento de Palermo, se siente un aroma exquisito de sabores venezolanos. Unos pasos más adentro, hacia la izquierda, algunos cuantos libros llenos de colores, de tapas atractivas y bien organizados, desvían por unos instantes la atención.

La librería presenta editoriales argentinas y también de países latinoamericanos como Uruguay, Venezuela y Ecuador. Las cenas literarias como el taller de lectura, entre otras actividades, buscan un intercambio íntimo entre lector y escritor.

“Una librería en una casa tiene ya un carácter comunitario. Hay otra interacción con el lector, más cercana. El trabajo de librero no sólo es vender libros, sino recomendar, fomentar la lectura, ayudar al lector a encontrar lo que busca y acompañarlo en su vivencia literaria”, señala Adriana.

Adriana, quien lleva adelante la librería como parte de un proyecto de libros que comenzó con la editorial La Vaca Mariposa en el año 2010 y la revista Muu+ Artes y Letras, agasaja cálidamente a cada comensal y se ocupa de las compras y de la cocina con mucho amor. Es, además, quien presenta a Leonardo Oyola, el escritor invitado de la noche.

Leonardo Oyola, uno de los más leídos del género negro en nuestro país, muestra desde el primer instante, el lado personal antes que el de escritor. Comenta que está saliendo de un problema de salud, razón por la cual no tomará vino esa noche. Se comporta de modo simple y abierto con el resto de los participantes.

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Entre los comensales, hay editores, asiduos participantes de talleres literarios y de la narrativa oral y escritores. Todos ellos conocedores de la literatura latinoamericana. Se siente en el aire esa pasión, aunque no faltan quienes desconocen totalmente de qué irá la noche.

Con el correr de los minutos, Leonardo Oyola pasa a ser Leo, y sin perder protagonismo en su relato, se convierte en uno más. Se percibe como un hombre de gran sensibilidad y simpleza. Con un vocabulario sencillo, lleno de anécdotas y chistes, se abre desde lo personal y profesional.

Celebra con una sonrisa en su rostro que Kryptonita, elegido mejor libro de Argentina en 2011, llegue al cine el año próximo. Deja ver también su alegría por participar del rodaje y que su opinión sea tenida en cuenta durante la filmación. “El mérito es del director. Tuvo una gran capacidad al seleccionar un grupo heterogéneo de trabajo y saber delegar”, afirma.

Tras contar algunas anécdotas de la filmación y resaltar la complicidad del equipo, y luego del plato principal, comparte cómo la escritura comenzó a tomar color y se volvió cada vez más seria en su día a día. “Mi viejo me creyó cuando me vio por Santería en la Feria del Libro junto a Juan Sasturain. Para él, el trabajo siempre significo otra cosa”, revela.

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“En 2005, viví un año de permanente alegría, había nacido mi hijo y publique mi primer libro”, agrega. La terapia fue también, en parte, el camino que le permitió advertir que quería vivir de la escritura. Allí, escribió Chamamé, su obra más vendida y traducida al francés y por la cual ganó un premio internacional.

“Yo tuve la suerte de haber caído en lo de Alberto Laiseca; ahí escribí mi primera novela. Caí con un amigo que me había insistido porque tenía ganas de ir a un taller literario; vimos de casualidad a Laiseca contar cuentos de terror en una librería, y dije que quería sentarme a hablar con este hombre. La típica, mi amigo dejó y yo me quedé”, señala.

Llegado el postre, el clima se vuelve mucho más ameno; parece una gran cena familiar entre personas que se conocen desde hace años. Está quien ofrece servir agua, quien pasa el vino o alguna servilleta y hasta hay una votación sobre en qué momento de la cena se abrirá el vino blanco, mientras Leo cuenta su concepción del escritor como un asador: “Cada cual tiene su técnica para encender el fuego, lo importante es llegar a buenos resultados y que todos morfen bien”.

De sobremesa, no faltan los temas de actualidad y se arman grupos pequeños de conversación, cada uno en la suya. Leo selecciona de la librería algunos libros y autores, que luego recomendará señalando el por qué no deben dejarse pasar. Adriana enseña algunas colecciones que ya no se editan, aunque tampoco están en venta.

La noche culmina pasadas las 2 de la mañana con una lectura en voz alta por parte de uno de los participantes. Un momento que describe aquello que La Vaca Mariposa encierra: el invitar a la vivencia de la literatura.

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¿Dónde queda La Vaca Mariposa? Es un secreto que podés descubrir acá: www.lavacamariposalibros.com
Fotos: Facebook

Nota publicada en agosto de 2015, reeditada para el número aniversario de Dínamo (marzo 2016)