Músico de Lafayette (Louisiana), actualmente vive en Argentina como artista callejero. Con 22 años, se anima a desafiar al mainstream con un blues espontáneo

Por Florencia Pasquali
@flopasquali

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Un día le preguntaron a Bob Dylan por qué escribía y su respuesta fue: “Porque no hay nadie que escriba lo que yo quiero cantar”. A John Goodblood le pasa algo parecido. Detrás de unos rulos indefinibles, se encuentra un joven de 22 años que nació en Lafayette, Louisiana, y que desde hace dos años convive en Argentina con sus proyectos musicales.

Su madre siempre vivió en el sur de Estados Unidos, donde abundó la movida de hugonotes y el blues. A los 11 años, John tuvo su primera guitarra, una Yamaha, a la que después de un tiempo convirtió en una especie de bajo, con dos cuerdas de guitarra. Una cosa excéntrica. Un año después, comenzó a tocar en vivo.

“Cuando estaba en un contexto más punk rockero adolescente tenía más adrenalina. Después me di cuenta de la profundidad de eso. Entendí que el punk también es blues: ambos tienen ese llanto y la violencia de querer ser libres”, observa.

La música siempre estuvo presente en su vida de algún modo. “En el sur de New Orleans había mucha cosa comunal, mucho gueto. Esa música sureña es lo que yo conozco”, explica Goodblood, que usa el apellido irlandés de su madre.

Su padre es argentino y fue un activista político de los 70 que tuvo que exiliarse en el 78 en Francia y España. Hoy es una de las razones por las que John se encuentra viviendo en Argentina.

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Revista Dínamo: ¿En New Orleans es difícil vivir la música?
John Goodblood: No en lo que hago yo. New Orleans es blues. Es como el folklore acá, hay muchas vertientes dependiendo de la región y la demografía. Sigue existiendo ese medio de siglo XX, el blues, la expresión, el tono y la historia. Hoy el equivalente a eso es el hip hop estadounidense, que trata los mismos tópicos de beber, violencia, drogas, mujeres, pero desde otro lado. Es cierto que hay un montón de cosas plásticas comerciales, pero sigue siendo el mismo medio folklórico y, sea lo que sea, la gente lo sigue consumiendo. Están casi los mismos componentes pero toma otra forma. Eso marca mucho la grieta entre el under y no under, que es un vidrio muy delgado.

Actualmente, John está retomando un proyecto que se conoce con el nombre de John Goodblood and The Vultures, algo que existió un par de años en New Orleans y que se perdió luego de una Katrina que había devastado la ciudad. John tenía que hacer algo al respecto y, por eso, comenzó a formar una banda con el mismo nombre en Argentina con músicos que conoció en distintos viajes y con quienes lanzó un EP.

Pero John es inquieto. Además de The Vultures, colabora en Tea for Five, un grupo con el que viajó una vez a Australia, y en un power trío llamado Western Sunburs que, según John, “era más una especie de ejercicio en crudeza e improvisación con canciones simples, un garaje rock pero virtuoso: sucio intencionalmente pero con algún plano calculado”.

En una sociedad invadida por lo plástico y comercial, John se destaca por su sencillez y espontaneidad. “Toda la música under y también profesional tienen exceso de guitarras distorsionadas porque quieren sonar más fuerte, y eso se convierte en una guerra de volúmenes. Una guitarra bien mezclada y bien tocada debería ser suficiente. Yo grabo sin metrónomo con la banda tocando en vivo porque se trata de capturar el instante, algo especial, una performance. No algo fabricado de lo que se puede hacer con un poco de componente humano y un montón de computadoras”, dice.

RD: ¿Qué es lo peor de ser músico independiente?
JG: Que te tomen en serio. Tengo 22 años, se habla mucho del derecho de piso. Siempre tratan de convencerme de que esto es una gran oportunidad para mí y que por eso debería tocar gratis. Hay mucha gente que se acerca y sé que le encanta lo que hago, pero siempre todo en el mundo del arte quiere cobrar y nadie pagar.

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Además de todos sus proyectos musicales, John suele tocar en la calle de vez en cuando. “Cabildo y Juramento es el mejor lugar. En todos los lugares que estuve en el mundo siempre me gustó tocar en la calle. Porque es lo real, es la realidad, es como correr con pesas. Hay un montón de desafíos para hacer que una persona pare en sus pasos, deje de hacer lo que está haciendo, en un mundo en el que el pleno individualismo y consumismo hace que sea más importante lo que quiere uno y no lo que pasa a los alrededores”.

Sus influencias artísticas, como Ray Charles y Bob Dylan, se ven perfectamente reflejadas en su música. “La manera de dirigirse de Bob Dylan a lo que ejecuta es muy parecida a lo que yo veo”, admite. Para escribir canciones, John utiliza una dinámica desde hace un año que consiste en juntar poesías que tiene en un cuaderno y adaptarlas a una melodía: “La música es un mal necesario para poder interpretar la poesía. Es más interesante a la persona consumir el arte si hay música e iluminación”.

Recientemente salió el EP Cabaret Blues con The Vultures y pronto se conocerá otro de John solista, en el que figurarán algunos de esos temas: “Sin dudas es algo político lo que se escribe a veces, y existencial un poco. El hombre vs. el mundo. El arte como guerra”.

John Goodblood
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