Con un pie en Europa y otro en Asia, la ciudad se impone con miles de años de historia ante los ojos del visitante. Viajar es descubrir, y la capital de Turquía es un verdadero botín

Por Agustina Ordoqui
@agusinha

Mezquita Azul - Foto: Agustina Ordoqui

Mezquita Azul – Foto: Agustina Ordoqui

Estambul, la joya de dos continentes, todavía duerme. Son las 5 de la mañana, hora del arribo al hotel, y de a poco el cielo se empieza a aclarar. Las calles todavía están vacías; el ambiente, silencioso. Una hora después, la antítesis: veredas colmadas, caos de tránsito, ruido demencial.

Cuando amanece en el barrio de Sultanahmet, es posible ver el sol levantarse entre los minaretes de las mezquitas, desde donde nace el primer llamado al rezo, un canto romántico y cargado de simbolismo. Recitado en árabe por el almuédano, el adhan convierte a la ciudad en una postal audiovisual increíble.

Calles de Estambul - Foto: Agustina Ordoqui

Calles de Estambul – Foto: Agustina Ordoqui

La plaza de Sultanahmet, que es el antiguo hipódromo de Constantinopla, es un lugar donde se pueden pasar horas. Se encuentra por un lado, Santa Sofía y, por el otro, la Mezquita Azul.

La primera fue, desde el siglo IV hasta el siglo XV, la catedral ortodoxa principal del Imperio Bizantino. Pero cuando Estambul fue invadida por los otomanos, el lugar cambió de signo religioso y se transformó en una mezquita. Hoy es un museo donde se puede apreciar el híbrido arquitectónico.

Hagia Sofia - Foto: Agustina Ordoqui

Hagia Sofia – Foto: Agustina Ordoqui

Entrada a la Mezquita Azul - Foto: Agustina Ordoqui

Entrada a la Mezquita Azul – Foto: Agustina Ordoqui

La Mezquita Azul, por su parte, fue erigida en el siglo XVII. Las seis torres o minaretes la convierten en un espectáculo a la vista. Y vale la pena disfrazarse de musulmán por un rato, con las piernas bien cubiertas y el velo sobre la cabeza, para poder apreciar, en su interior, los numerosos vitrales y mosaicos.

La ciudad está llena de recuerdos vivos de la historia, como la Basílica Cisterna, a pasos de Santa Sofía, un “palacio sumergido” construido debajo de Estambul durante el reino del emperador bizantino Justiniano I.

Basílica Cisterna - Foto: Agustina Ordoqui

Basílica Cisterna – Foto: Agustina Ordoqui

Un poco más lejos, se impone con todo su esplendor el Palacio Topkapi, cerca de la llamada Puerta de los Cañones. Ubicado entre el Cuerno de Oro y el Mar Mármara, fue la residencia de los sultanes del Imperio Otomano, hasta que se mudaron al Palacio Dolmabahçe, más al norte, sobre el Bósforo.

Palacio Topkapi - Foto: Agustina Ordoqui

Palacio Topkapi – Foto: Agustina Ordoqui

Interior del Palacio Topkapi - Foto: Agustina Ordoqui

Interior del Palacio Topkapi – Foto: Agustina Ordoqui

El recorrido por edificios históricos puede seguir. Estambul es grande y más extensa que lo que parece. Es una ciudad que esconde miles de años de historia, que convive con la modernidad y que se deja descubrir por sí sola.

Una ciudad por la que se camina esquivando gente y comerciantes que, a fuerza de simpatía y de una habilidad para hablar en cualquier idioma, pueden vender en cuestión de segundos y sin que el comprador termine de comprender cómo. De hecho, el Mercado de las Especias y el Gran Bazar no se distinguirían del resto si no estuvieran bajo techo.

Mercado de las Especias - Foto: Agustina Ordoqui

Mercado de las Especias – Foto: Agustina Ordoqui

Caminar por la avenida Istiklal hasta la plaza Taksim con un kebab en la mano; tomarse un té en el Cuerno de Oro al atardecer, mientras el sol cae sobre el estrecho del Bósforo; cruzar en barco hasta Uskudar o Kadikoy, dos barrios asiáticos de Estambul; o sentarse a cenar y comer delicias turcas de postre son también parte de la experiencia y del intercambio cultural.

Torre de la Doncella o Kiz Kulesi - Foto: Agustina Ordoqui

Torre de la Doncella o Kiz Kulesi – Foto: Agustina Ordoqui

Plaza Taksim - Foto: Agustina Ordoqui

Plaza Taksim – Foto: Agustina Ordoqui

Capital de tres imperios, nexo convergente de la historia; demasiado asiática para ser Europa, demasiado europea para ser Asia, Estambul es el tesoro mejor guardado de los dos continentes. Y un lugar que no decepciona a quien se anime a descubrirlo.