Bruno Sgarzini, desde Caracas, relata con sentido crítico cómo se viven las últimas medidas económicas del chavismo en Venezuela, escapando de lo que cuentan los medios hegemónicos

Por Bruno Sgarzini
@brunosgarzini

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El peso de las remeras era liviano, como si el aire acondicionado del aeropuerto fueran dos pajaritos que te llevan volando hacia la mesa de la aerolínea, que otra vez había suspendido la partida del vuelo a Caracas. En ese mostrador, la humedad caliente de Margarita se metía de lleno en la cara de los pasajeros, que se agolpaban y clamaban por una cabeza que rodara como si estuvieran en el circo romano vitoreando por un gladiador ajusticiador.

Y entonces la ira se organizó y saltaron el mostrador para salir directo a la pista, subir como sea, partir ya era la consigna, hasta que unos militares de verde oliva hicieron malabares para frenarlos. En ese stop, la locura mutó, besó a otra locura y se transformó en “esto es culpa del gobierno”, no esto “es culpa de las empresas”, ahora ya no importaba ni el calor espeso, el vuelo, los militares, sino de quién era la culpa.

Así la ira organizada se dividió en chavista, opositora o directamente en ninguna de las dos, y fue de paso en paso hacia las colas de los supermercados, donde se corrió el rumor que había leche o harina y pan, o la esquina de un barrio cualquiera en la que unos tragos servían de aligerador de cargas y pasos anteriores al por qué todo está tan caro con una salsa de fondo.

El cuerpo a cuerpo mediático y la inacción del gobierno marcaba el pulso de los diálogos, que cómo podía ser que no se hiciera nada, que los alimentos están un 76% más caros, que el dólar paralelo está en las nubes, que viste lo que subieron los materiales de construcción, y los autos, y los medicamentos, y los celulares, que no hay producción nacional, que el gobierno, que el gobierno, que Maduro, que Maburro, que a dónde vamos, que viste que el gobierno inspeccionó una tienda de electrodomésticos y encontró sobreprecios del 1000%, que los van a bajar, pero que bien, ojala lo hubiesen hecho antes, que vamos a comprar, que se van los “saqueadores” a hacer colas y satisfacer su consumismo, que no van a dejar nada, pobre de nosotros los empresarios, si nos engañaron, es todo por el dólar paralelo por culpa del gobierno, no de ellos ni de los bancos, que como carmelitas descalzas señalan con el dedo desde sus flamantes medios, relucientes, impolutos, vacíos de culpa y llenos de plata con la timba del paralelo y la especulación.

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El golpe de efecto del presidente Nicolás Maduro con las inspecciones fue tan grande que los medios y la oposición tuvieron que hacer control de daños hablando de saqueos organizados por el gobierno (los incidentes con toda la furia llegan a diez y en pocas veces pasaron a mayores por la presencia policial y militar en los lugares de venta) e incluso llegaron a publicar fotos de incidentes en Bolivia como si fuera Venezuela, o la cara de una señora que supuestamente había robado unos artefactos en un “saqueo”, y en realidad los había comprado con sus ahorros en una tienda de Caracas, que había rebajado sus precios después de las inspecciones.

El gobierno no solo dio un golpe de efecto, que será momentáneo si no soluciona el desfasaje con el paralelo, sino que volvió a polarizar al país y poner a cada uno en su lugar en una medida de la que se habla en todas esquinas. Esto realmente significa una moralización y un quédate quieto parcial a la desmovilización chavista, que se va a ver seguramente en la elección de las alcaldías.

Así Maduro por primera vez pasó de defenderse a atacar, y le dio cuerpo a su verdad del “golpe económico” con una inspección que dejó un saldo de cien comerciantes detenidos ,o con causas encima, por sobreprecios en productos importados a 6,30 y vendidos seis, siete, ocho, veinte veces más caro.

Los escándalos más grandes sucedieron en cadenas similares a Easy, Garbarino, Firestone, y otras, donde sus extrañas se abrieron en cadena nacional con informes de ministros en cada uno de los lugares, lo que fue un cachetazo a los monetaristas tan atentos a hablar de reservas, emisión de moneda e inflación sin reconocer la disputa natural por la renta entre las mismas fracciones de empresarios/banqueros y los trabajadores, como la describe el economista y sociólogo Luis Salas.

De esta manera, el gobierno reconoce parcialmente que este panorama es de golpe y no negociación por parte de los grandes actores, quienes pretenden que se acepte una liberalización de precios, una megadevaluación y el cese de la intervención del Estado en la economía, el mismo libreto con el que nació Fedecámaras (principal patronal del país) en el 40 para hacerle un golpe al presidente desarrollista Medina Angarita, quien osó plantear al Estado como elemento ordenador para industrializar el país y poner barreras a las importaciones, y los negocios especulativos con el dólar de los prósperos industriales (?) venezolanos.

De no pensar así habría que preguntarse por qué la escasez y el dólar paralelo aumentaron ni bien Chávez anunció su cuarta operación. La estimación del paralelo, acorde con las recomendaciones del think thank Econométrica realizadas antes de las elecciones de 2012, pone en evidencia el poco deseo por producir en una economía que da ganancias por encima del promedio (según ellos mismos) y la clara intención de producir expectativas negativas en cualquier contexto económico.

Algunos dirán que por arte de magia, leyes de mercado e inestabilidad política, otros, quizás con los pies más en la tierra, para marcar el comportamiento económico de arriba hacia abajo y naturalizar las distorsiones adrede de una economía que en 2012 cerró con una inflación arriba del 20%, una balanza comercial con un superávit de más de 11 mil millones de dólares, unas reservas en 30 mil millones con posibilidad de repatriar más de 131 mil millones de dólares, y un barril de petróleo con perspectivas de alzas. Casualidades o causalidades de empresarios que subieron en la tabla Forbes (Mendoza de Polar, principal oligopolio de alimentos) y bancos que realizan inversiones en el exterior con la liquidez que les da los depósitos públicos, los a-vos-no-te-va-tan-mal-gordito que esconden la pelota hasta que se juegue con sus reglas.

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En un clara mea culpa, Maduro volvió a poner en evidencia la necesidad de acortar la distancia entre la dirigencia del chavismo y sus bases cuando pidió perdón al “pueblo por no haber tomado estas decisiones antes, ya que no pensaba que el panorama fuera tan grave”.

Y ahí es cuando se hace necesario retornar a septiembre, ese mes donde el gobierno estuvo a punto de clavarse una estaca en el corazón con una flexibilización cambiaria que hubiese legalizado la fuga de capitales (endémicas desde antes del chavismo) y habría dado un poder de fuego más alto a los grandes actores económicos, atentos a hacerse de dólares petroleros con mayor facilidad, y forzar una megadevaluación oficial.

Ahí cayó en desgracia uno de los funcionarios más elogiados por el establishment, el ministro de Finanzas y ex vicepresidente económico, Nelsón Merentes, que había iniciado un acercamiento con los empresarios y banqueros, que aún con concesiones terminó con agudizar la escasez y aumentar el paralelo, pese a sus anuncios favorables desde Globovisión.

Antes, Merentes -el ex presidente del Banco Central que no controló el robó de 20 mil millones de dólares en el otorgamiento de dólares a empresas de fantasmas por intermedio del Sistema de Títulos Extranjeros- había osado pasar por arriba de Maduro para sacar un pasaje a la sede del Fondo Monetario Internacional (FMI) con el fin de negociar un crédito externo.

Ese fue el antes y después del gobierno de Maduro, que directamente desechó el acercamiento al FMI, tiró para atrás la flexibilización cambiaria cuando estaba cerca de anunciarla a su regreso de China, pasó a defender los controles en la otorgación de divisas, y radicalizar su discurso luego de destituir a Merentes como vicepresidente económico y sustituirlo por Rafael Ramírez, presidente de PDVSA.

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Aún con eso, dentro del gobierno todavía persisten los choques por las medidas de fondo para disminuir el paralelo y resulta incomprensible cómo no se pasa por arriba las pujas internas para repatriar los dólares en el exterior con el fin de fortalecer las reservas del BCV y bajar el poder de extorsión del capital, como lo describe el economista Simón Zuñiga, una fuente con amplío conocimiento en lo que sucede a lo interno del gobierno.

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De vuelta en la economía, la ley de ganancias justas parece querer reconocer la realidad a la que llevaron el gobierno, ya que suma el costo de las divisas para importación, el salario de los trabajadores y el alquiler del local, un 30% de ganancias, el IVA, y el costo por nacionalización(impuestos), todos elementos que se enmarcan dentro de una estrategia más general que busca acercar los costos reales a un valor de paralelo, que no sea el actual tejido con los hilos dorados de la especulación, pero reconozca la situación a la que llevaron al país los grandes actores económicos.

Fuera de este posible reconocimiento de perdimos del gobierno, si este ataque o inflación descontrolada acompañada de escasez de productos básicos no se frena con acciones similares, que no solo pongan “precios justos”, se le hará muy difícil enderezar el timonel a Maduro, superpoderes mediante.

Sin embargo, en el mediano plazo, el horizonte sin nubes de Maduro dependerá
del aumento de la producción nacional desde el Estado, ya que la desinversión privada es una tendencia histórica para aprovechar las posiciones dominantes con el fin de especular y subir los precios a piacère.

Así que el gobierno tiene una doble tarea. De cuidar los dólares de manera óptima con un organismo eficiente (no como el anterior, que cumplía su rol a medias), que controle el despilfarro, y la sustitución de importaciones y productos en los rubros estratégicos y concentrados con una planificación e incentivos claros, que pongan en eje tanto a la economía comunal como a las transnacionales que han realizado inversiones recientemente, como Samsung o Nestlé.

En lo político, después del décimo round de alcaldías, vendrá el onceavo y duodécimo con las parlamentarias en 2015 y el seguro referéndum revocatorio (que será el leitmotiv de la oposición después del 8D como quien tararea un bis pegajoso). Por eso, el poder de extorsión de los grandes actores deberá ser bajado con una producción mínima y un papel eficiente del Estado, lo que sin lugar a dudas hace imperioso no solo una reforma que lo desburocratice en áreas claves, sino que también se avance en una reforma tributaria si los ingresos petroleros bajan, como se asoma en el mediano plazo con un posible acuerdo entre Irán y Estados Unidos.

En este panorama, el cronómetro que lo corre al presidente está en un tic tac, donde estará necesitado de dar soluciones, direcciones y comunicaciones claras para mantener la cohesión del movimiento bolivariano, ya sin el gran domador que soltaba latigazos cuando los leones se lo querían comer.

Ante esto, Maduro está frente un reto histórico, dejar constancia de que el legado de Hugo Chávez es viable y no caer en la deslegitimación del modelo, como rápidamente lo hicieron en Chile y lentamente lo realizaron en Nicaragua con el sandinismo para sacarlo por la vía electoral mediante una guerra económica y militar

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Enfrente, el aparato mediático lo demoniza, ridiculiza, y estigmatiza como un bobo inútil, que no está a la altura de las circunstancias, que adelanta la navidad, que tiene pifies anecdóticos, y se invisibiliza el peso que tiene en su espalda para mantener el eje de integración Caracas-Quito-La Paz-Buenos Aires-Brasilia para un salto geopolítico que pase más allá de la actual dependencia (o hacia una nueva en nuevos términos).

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En realidad, la estrategia de los oligopolios mediáticos está centrada prácticamente en invisibilizar los ejes de disputa entre integración regional y vuelta a la dependencia(Alianza del Pacífico) con Estados Unidos, que viene de perder terreno en Medio Oriente luego de no poder quebrar el eje Irán-Líbano-Siria y disminuir su peso con aliados claves como Egipto (que se acerca a Rusia), lo que ha da como resultado un posible acuerdo con Irán y viraje hacia Asia, donde China camina a sus anchas, y se pinta como el continente del futuro.

Sin embargo, esto no hace pensar que se olvide de intentar extorsionar a Rusia y China (sus competidores naturales) en sus aliados, como Venezuela, y quebrar el proyecto estratégico de Brasil como potencia mundial a partir de un continente sólido, donde Venezuela y su eje bolivariano podría servir de contrapeso para negociar mejores condiciones de intercambio, y esparcir el “progresismo/socialismo” en otros países.

Ante esto, quebrar Venezuela es estratégico para Estados Unidos para tirar atrás la integración, hacerse de una potencia petrolera con poder de incidencia en el mercado petrolero (ya controla la primera, que es Arabia Saudí) para golpear indirectamente a China (si se da que se vuelva autosuficiente con el shale oil o petróleo ligero), y despejar un enemigo de su área de seguridad en el Caribe, la puerta de entrada de su “patio trasero”, como llama a América Latina.

Así, que el posmodernismo cibernético o la rebeldía de pose en Twitter, y Facebook, se vuelven charlas de café en búnkers de plástico, porque no todo lo que pasa en la vida real es lo que ves en la pantalla, ni todo el cinismo alejado te da el dedo para señalar un todo cuando le patean los huevos a uno de los tuyos, frente a tus ojos.

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