José Eugenio Barcia, autor de El suicidio del hombre, plantea una verdad vedada: no tenemos el control de nuestro destino como especie.

Por María Luján Torralba
@lujitorralba

tapa EL SUICIDIO DEL HOMBRE

“Somos el producto de innumerables acontecimientos azarosos, geológicos, biológicos y climáticos, que nos han puesto en este pequeño planeta, súbdito de una estrella como tantas, en la periferia de una galaxia dentro de un concierto de miles de millones de ellas. Pero no escapamos a las generales de la ley animal, y no tenemos el control de nuestro destino como especie”, sentencia el ingeniero José Eugenio Barcia, autor del libro El suicidio del hombre, Ensayo de ecología y medio ambiente, ante la pregunta sobre si se puede ser optimista con respecto al futuro de la humanidad.

El consumismo, el uso irresponsable del agua y la generación de energía mediante combustibles fósiles en escala creciente son algunos de los causantes de un trágico final prácticamente inevitable. Si bien en los últimos años se hizo tendencia hablar de sustentabilidad y responsabilidad ambiental, la destrucción del planeta arrasa a una velocidad mucho mayor y su fuerza es más voraz.

José Eugenio Barcia (1937), oriundo de Rosario, provincia de Santa Fé, escribió El suicidio del hombre en un año, pero el plan del libro y su título se gestó 20 años atrás, momento en el que comenzó su preocupación por el destino de esta civilización inconsciente de su propio legado. El ingeniero mecánico y electricista conversó con Revista Dínamo y desarrolló con convincentes fundamentos.

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Revista Dínamo: En los últimos años se ha escuchado hablar del “desarrollo sustentable y responsable”, término que Ud. pone en la mira, ¿el desarrollo sustentable es una postura o una realidad?
José Eugenio Barcia: El desarrollo sustentable es una postura, ya que es una falacia. Lo que se quiere decir es “crecimiento indefinido”, con una hábil manipulación de los términos, lo cual es simplemente imposible en un planeta finito. Todo lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir, lo saben las capas conscientes e instruidas de la población que lamentablemente son una ínfima minoría. Todos los días aparecen en los diarios artículos premonitorios sobre la amenaza que se cierne, y también en la televisión que merece la pena verse, pero como reza el dicho español «mientras dura, vida y dulzura» y «después de mí el diluvio» como decía el Rey Sol. ¿Qué van a hacer los políticos sino otra cosa que demagogia ya que dependen de los votos para que los elijan? ¿Les van a decir la verdad a la gente y, como estadistas, decretar la emergencia mundial que es necesaria para evitar el colapso y encarar algo así como una economía de guerra sin distinción de fronteras? Por supuesto que no. Solo les interesan los índices de crecimiento. O sea, seguimos bailando en la cubierta del Titanic, mientras suenan los melodiosos acordes del «desarrollo sustentable». Estas pseudo democracias nos van llevando a un callejón sin salida.

RD: ¿De qué manera se llevan a cabo las normas establecidas en las conferencias internacionales como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre medio ambiente y biodiversidad celebrada en Curitiba mencionada en el libro o el Protocolo de Kioto?
JB: Las declaraciones de todas esas reuniones son expresiones de deseos que caen en saco roto. Los hechos lo demuestran. Simplemente hay que ver los índices del incremento desenfrenado de generación de energía, y cada vez de peor calidad, ya que se está produciendo en mayor proporción con carbón, el peor combustible fósil. En la última década la producción de electricidad del mundo se duplicó, y las dos terceras partes de esa nueva generación la aportó el carbón mineral. El carbón también cubrió la mayor parte del déficit de generación provocado por la “pausa nuclear” que se ha impuesto Japón y algunos países europeos después de Fukushima, con Alemania a la cabeza. ¿En qué han quedado entonces todas las declaraciones de las reuniones efectuadas desde 1992?

RD: ¿Qué papel juegan los países tercermundistas en el círculo economía-consumo-destrucción ambiental?
JB: Los países emergentes crecen ahora con índices mayores a los de los países desarrollados. La ecuación no puede ser otra que la destrucción de hábitats, contaminación y expoliación de las fuentes de agua, etcétera. Como se hizo evidente en la reunión de LAquila en Julio 2009, los países ricos y pobres se pelean por el cambio climático. Los países emergentes quieren tener derecho a usufructuar las mismas huellas de carbono que usaron los países desarrollados en el siglo pasado.

RD: ¿Se han tomado en los últimos años políticas y medidas para el desarrollo sustentable en nuestro país? ¿Cómo ve a la Argentina en este panorama?
JB: Salvando la objeción a los términos hecha anteriormente, no se toma ninguna medida. Peor aún, se toman medidas desastrosas como la construcción de una central al pie de la mina, que, supuestamente, será alimentada con carbón de Río Turbio. Digo supuestamente porque hay especialistas que vaticinan que la mina no dará el volumen de carbón necesario. Digamos de paso que la calidad del carbón es muy mala por el alto contenido de cenizas y su combustión constituye una pesadilla. Pero el hecho demuestra que estamos a contramano de una solución ecológica, ya que el carbón es el peor de los combustibles fósiles. Esta central funcionando producirá estimativamente 1.324.540 toneladas al año de Dióxido de Carbono. Lo que Argentina debería estar haciendo es desarrollar a marchas forzadas la energía eólica, ya que cuenta con una de las mejores áreas del mundo para ello. Cierto es que hay un despertar en ese sentido y recientemente se han habilitado algunos parques de potencia significativa. En la página 83 del libro se detallan las ventajas de la energía eólica. Debido a las condiciones eólicas excepcionales de la Patagonia, un molino danés, español o alemán puede generar aquí dos veces más electricidad anual que en Europa. Por otra parte, la indiferencia frente a la amenaza del calentamiento global es evidente en la jactancia del gobierno haciendo alarde de la cantidad de autos que se venden, pretendiendo ignorar que eso es producto de una pésima política económica, por la cual, entre otras cosas, deben gastarse ingentes sumas de divisas en la importación de combustibles, se producen atolladeros en las calles y rutas de nuestro país en demenciales atascos y por supuesto se generan miles de toneladas de Dióxido de Carbono para arruinar nuestro hábitat.

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RD: Ud. plantea que la opción energética más viable para un futuro es la tecnología de la fisión nuclear. ¿Por qué? ¿Qué consecuencias puede tener el uso de esta tecnología? ¿Por qué se oponen los ecologistas?
JB: Las opciones preferenciales para el mundo son las energías hidráulica, eólica y solar. La fisión nuclear es preferible a las energías térmicas que se generan con combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas. Creo que la energía nuclear debe ser un recurso necesario durante la transición en la lucha contra el flagelo del calentamiento global. Esto es así porque la amenaza real y concreta para la humanidad es el efecto invernadero. Las centrales nucleares son peligrosas pero son un peligro potencial. En la página 123 del libro intenté explicar este concepto. Fukushima vino a significar un serio revés para la energía nuclear. Pero consideremos la increíble catástrofe que ocurrió allí. La central tuvo que soportar no solo el terremoto sino la inundación posterior. La energía nuclear sería un peligro en potencia al que hay que afrontar en lugar de otro peligro indudable. Si nuestra “civilización” fuera sensata, deberíamos estar ahorrando como mínimo la mitad de la energía que se genera, sin afectar seriamente nuestro modo de vida. Simplemente se debe evitar el despilfarro. Entonces, se usarían en el orden que los técnicos conocen muy bien en los despachos de carga de las redes eléctricas, los volúmenes de energía renovables disponibles y evitando el uso de combustibles fósiles. Lo que se hace ahora en algunos países (Alemania, Japón) es reemplazar centrales nucleares por térmicas de combustible fósil con el consiguiente agravamiento del efecto invernadero. El problema de la energía eléctrica, como se explica en el libro, es que debe generarse en tiempo real. Por lo tanto, debe haber un mix de las centrales de distinto tipo generando al mismo tiempo. Si no hay viento no hay energía eólica disponible y en la mayor parte del día no hay energía solar, justamente en horas nocturnas, por lo que tienen una limitación técnica en la participación de la red de generación. Estas dos posibilidades de generación no son autónomas, necesitan respaldo, ya que ellas solo pueden cubrir una parte del consumo. Los generadores eólicos tienen previsiblemente un gran desarrollo en el futuro cercano. Hoy ya hay países con una importante porción del consumo generado por el viento, pero nunca podrán alimentar todo el consumo. Se puede decir lo mismo de la energía solar que hoy tiene una participación muy pequeña en el consumo energético mundial.

RD: ¿Puede una persona hacer algo para evitar el suicidio de la humanidad desde su cotidianeidad?
JB: Claro que una persona puede hacer algo para evitar la catástrofe. Puede por ejemplo, evitar el despilfarro de la energía eléctrica en la iluminación con lámparas de bajo consumo, apagando luces o televisores que permanecen encendidos inútilmente, puede evitar el uso de acondicionadores de aire y combatir el calor con ventiladores que consumen un 5 por ciento de la energía necesaria para un acondicionador, puede ahorrar calefacción eléctrica o a gas, puede ser cuidadoso con el uso del agua, evitando múltiples descargas completas de inodoro que llevan enormes cantidades de agua potable a engrosar aguas cloacales que se vuelcan crudas en los ríos, puede usar su auto lo menos posible en ciudades esquizofrénicas, trasladándose en transporte público, en síntesis, puede hacer estas cosas elementales que dicta el sentido común. La pregunta es: ¿Cuánta gente es consciente y usa el sentido común? La salvación de la especie requiere la acción mancomunada de las grandes mayorías y sin fronteras, es decir de toda la humanidad. ¿Pero que escuchan las grandes mayorías de sus dirigentes políticos sino mensajes en sentido contrario? Es dable pensar que nuestra clase política está rayando en la delincuencia, como advierten algunos pensadores. A todos los gobiernos y los economistas que los asesoran, lo único que les preocupa son los índices de crecimiento, o sea, los índices de consumo. Entonces: ¿cómo conseguiremos la conciencia de las grandes masas si los políticos le están contando un “relato” mentiroso, contrariando las advertencias y el clamor de los científicos a favor de la sensatez? Por eso nos remitimos nuevamente a la primera pregunta. Tenemos un cortísimo plazo para que el grueso de la humanidad entienda que el planeta no nos necesita, de hecho hace solo unos cientos de miles de años que estamos en él, pero en cambio nosotros sí necesitamos del planeta que es nuestra casa.

RD: ¿Se puede ser optimista para el futuro de la humanidad?
JB: Es la frase final del Capítulo 1 del libro. La respuesta, anticipada en el título del mismo es: definitiva y lamentablemente no. Permítanme una modesta opinión coincidente con otras mucho más autorizadas: el hombre es irredimible. Somos el producto de innumerables acontecimientos azarosos, geológicos, biológicos y climáticos, que nos han puesto en este pequeño planeta, súbdito de una estrella como tantas, en la periferia de una galaxia dentro de un concierto de miles de millones de ellas. Pero no escapamos a las generales de la ley animal, y no tenemos el control de nuestro destino como especie.

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El suicidio del hombre – Editorial Deauno