“Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías”, sentenció el prestigioso director chileno, que debió pasar penurias hasta que pudo conseguir fondos para realizar Nostalgia de la Luz

Por Paula Núnez
@paunuez

El último documental dirigido por Patricio Guzmán se pudo ver en la edición 2011 del BAFICI. Las funciones de Nostalgia de la luz, al igual que las del último documental de Werner Herzog, La cueva de los sueños olvidados, estaban agotadas. Por suerte, el de Herzog llegó a las salas comerciales el último jueves de 2011 (todavía sigue en cartelera) y en octubre, en el marco del Festival de Cine 4+1, Nostalgia de la luz fue proyectado en el Malba.

En su trabajo, Patricio Guzmán vuelve sobre dos temas que marcan su filmografía: la importancia de la memoria y la historia de Chile. En este documental, las protagonistas son un grupo de mujeres que aún recorren el impresionante desierto de Atacama en busca de restos de sus familiares, desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet. Muestra cómo ellas se han vuelto expertas en distinguir, tan solo con una mirada, pequeñas piedras blancas de pedazos de huesos.

Guzmán registra que así como ellas caminan mirando hacia abajo, en el mismo desierto funcionan algunos de los observatorios astronómicos más grandes del mundo, en los que los astrónomos miran para arriba, pero tratan de descifrar lo mismo que las mujeres: el pasado.

El guión, que tal como caracteriza a sus films, entrelaza hechos con una narración poética, fue escrito en cuatro años porque, según explicó él mismo, es de los directores que cree que los documentales requieren de un guión previo. Tiene sentido que se haya tomado tanto tiempo para escribir ya que él ve a su película como un ensayo.

La odisea de la producción

Aunque Nostalgia de la luz tuvo una muy buena recepción en los países que fue estrenado, en Francia superó los 50 mil espectadores, y cosechó nominaciones y premios de renombre, como el Mejor Documental Europeo 2010 por la European Film Academy, la puesta en marcha no fue tan feliz.

Guzmán explicó que presentó el documental a 15 canales de televisión europeos para contar con su apoyo en la producción y luego su transmisión, pero en todos fue rechazado. A muchos programadores el trabajo de Guzmán les parecía excelente, pero no creían que fuera material televisivo.

La negativa provino también de Chile ya que dos de las principales ayudas del estado, Fondart y Corfo, lo rechazaron dos y una vez, respectivamente. En la Argentina, fue presentado al Departamento de Cine de la Universidad de San Martín, con el mismo resultado.

Finalmente consiguió dos préstamos de amigos, el apoyo de la Televisión Española y del Fonds Sud, entre otros, pero no fue suficiente. El presupuesto estimado era de 600 mil euros, cifra que no alcanzó, ya que quedó en 378 mil, insuficiente para sueldos, derechos de autor o devolver los préstamos a amigos.

Lamentablemente esta situación es común para este tipo de producciones. En su página web, Guzmán, para el que “un país que no tiene cine documental es como una familia sin álbum de fotografías” hace una interesante reflexión sobre qué lugar le queda a los documentales de autor, una especie de marginados, ya que las salas no los aceptan porque no las llenan y comprobó que tampoco tienen un lugar en la televisión. ¿Será el Video on Demand vía Internet una salida?

En su página web, Patricio Guzmán también enumera las películas que lo marcaron:

The living desert (1953), de Walt Disney.

Le mond du silence (1955), de Jacques Yves Cousteau y Luis Malle.

Le mystere Picasso (1956), de Henri-Georges Clouzot.

Nuit et brouillard (1956), de Alain Resnais.

L’amerique insolite (1958), de François Reichenbach.

Europa di notte (1959), de Alessandro Blasetti.

Mein kampf (1960), de Erwin Leiser.

Mondo cane (1962), de Gualterio Jacopetti.

Mourir a Madrid (1963), de Frédéric Rossif.