Las editoriales independientes rescatan talentos olvidados y poco difundidos. Si bien todas tienen identidad propia, se agrupan y solidarizan entre ellas para llegar a más lectores
Por María Luján Torralba
Ellas son distintas, tienen una identidad que las define y sobre todo son coherentes consigo mismas. Las editoriales independientes se destacan de los grandes tanques editoriales principalmente porque sus creadores les han dado vida no por un interés comercial sino por amor a los textos. Sus lectores conforman nichos de intelectuales y perseguidores de libros diferentes, y muchas de ellas ofrecen encuadernaciones creativas y originales. Las editoriales independientes han crecido en los últimos años a costa de un gran esfuerzo y dedicación de sus directores.
“Un amigo de Tinta Limón en un momento en que hablábamos de las definiciones que a veces se trata de encontrar al hablar de editoriales así llamadas independientes, usó una expresión que me pareció se acercaba más al asunto: editoriales interdependientes. Me resisto al término “independiente”. Por lo pronto, yo soy totalmente dependiente de La Cebra. Soy un editor dependiente. Y La cebra es totalmente dependiente de ciertos movimientos, de ciertas cosas. Yo dependo en primer lugar de sus avatares, y sin Cactus, Tinta Limón, Bajo La Luna, Caja Negra, Las Cuarenta, entre otras editoriales, no creo que hubiera podido encontrar un lugar en el mercado, o sobre todo no creo que el mercado le hubiera podido encontrar un lugar a La cebra. Y parece por lo que digo que para La cebra, la independencia se encuentra, se da en, es brindada por, el mercado. La Cebra es dependiente de eso, por ejemplo”, manifiesta Cristóbal Thayer, editor de La Cebra con respecto a la definición del rótulo “editoriales independientes”. Por su parte, Diego D’onofrio de La Bestia Equilátera, explica: “Las editoriales independientes tienen que ver con un catálago un poco más autónomo de lo que se llama «lo comercial», que las grandes editoriales. En particular en La Bestia Equilátera tratamos de especializarnos en narrativa extranjera, nos gustan los rescates de autores olvidados y las buenas traducciones, que es algo que en los últimos años se fue perdiendo”.
Las editoriales pequeñas se necesitan entre sí para llegar a un público más amplio. Thayer cuenta que hace un año han creado junto a otras tres editoriales una distribuidora que tiene como misión la colocación únicamente de sus libros. Este emprendimiento no tiene ningún rédito económico pero los ayuda a conocer qué pasa con cada libro que editan. Además, un grupo de ocho editoriales han compartido stands en la Feria del Libro de Buenos Aires y de Guadalajara. “De algún modo mis veintipico de libros editados en casi cinco años si vos los ponés al lado de los otros veintipico del vecino, o de los treinta del otro, o los 60 de aquel que lleva más tiempo, cobran otra fuerza. Nuestros métodos no se tocan en nada, somos independientes unos de otros, pero de alguna manera nuestros libros van yendo juntos, de hecho, van generalmente juntos en las librerías, juntos van al exterior, juntos están en las ferias, y en algunos casos, juntos están en el depósito, como cotidianamente estamos hablando, y trabajando colectivamente”, concluye Cristóbal.
“Para crear una editorial independiente lo fundamental es tener un buen proyecto”, asegura Diego D’onofrio, además de aclarar que es necesario tener en cuenta lo que publican las otras editoriales, un buen cálculo de costos ya que son elevados, una imprenta y una buena distribución antes de arrancar. Para Cristóbal no existe una receta para hacer una editorial, pero sí aconseja seguir ciertos pasos para que el proyecto funcione. “Lo más difícil es sobrevivir a la no existencia. Vale decir, uno tiene entre manos una editorial que no existe. Además el tiempo de producción de los libros es largo. Pasa mucho tiempo entre que uno decide formar una editorial hasta que saca el primer libro. Quiere esto decir también que se tardará en cobrar, si es que algún día se cobra, y en que se vuelva rentable, si es que algún día se vuelve. Entre que yo di el primer paso de La Cebra en marzo de 2006 hasta fines de 2007, por ejemplo, edité sólo 6 libros. Y el mayor activo en ese entonces eran los libros que estábamos por publicar. Da mucho placer ver un libro cuando llega de la imprenta. La editorial se vuelve visible cuando hay una serie de libros, un catálogo. Quizás sea esto lo más importante y a lo que haya que apuntar. Teniendo en claro que seguramente pasarán años antes de que eso el catálogo se pueda ver”, dice Cristóbal.
El Director de La Cebra reconoce que el recorrido que tienen los libros de su editorial es el mismo que tiene un libro del FCE, de Siglo XXI o de Paidós, por ejemplo. Van a las mismas librerías, a las mismas cadenas, a los mismos países, se imprimen en las mismas imprentas, firman contratos de derechos de autor con las mismas editoriales de afuera, y reciben las mismas ayudas, a pesar de que la producción de ellos sea micro. Sin embargo, hay una producción de libros que circula por un lugar paralelo a las librerías tradicionales como la Feria del Libro Independiente y Autogestiva. Editoriales como El Asunto, Milena Caserola o Eloisa Cartonera son proyectos autogestionados y artesanales cuyo trabajo es colaborativo y colectivo. Por lo general, sus autores son latinoamericanos, muchos de ellos poco conocidos popularmente, y sus catálogos no se rigen bajo las leyes del mercado. Por lo tanto, un poco más dependientes de la comercialización de los libros, un poco menos, las pequeñas editoriales se necesitan en conjunto para crecer y seguir fomentando una cultura alternativa, abierta y de calidad.